Estos días ha salido en la prensa la noticia de la niña menor de edad de Alicante que recibió comentarios subidos de tono por Internet de un sacerdote de Valladolid.
Parece ser que su padre entró en la red social Tuenti y descubrió el asunto. Felicito al padre por haber actuado rápidamente y me alegro de que el asunto no haya ido a más. Pero meditando estos días sobre esto, me he dado cuenta de lo absurdo de nuestra legislación: el padre puede saber quién escribe a su hija menor de edad pero no puede saber si su hija menor aborta.
Hace unos días leíamos en los diarios que una menor abortó en Barcelona sin conocimiento de los padres. A cualquiera en su sano juicio le parece de mayor entidad un aborto que una foto o un comentario en Tuenti. Los ayuntamientos mandan cartas a los padres cuando sorprenden a sus hijos menores bebiendo en la vía pública. ¿Y no es el aborto más importante que beber una cerveza en la calle? Creo que a veces nos falta un poco de coherencia en las leyes. Si el Tribunal Constitucional aplicara el sentido común y pensara en la responsabilidad de los padres, no daría por buena una ley tan contradictoria con la vida misma. Y si tienen dudas, que nos pregunten primero.
Iñigo Pérez