ETA está haciendo que el Gobierno Zapatero camine al son que ella marca. Y si puede permitírselo es porque está fuerte, muy fuerte.
ETA asesinó -ergo, podía hacerlo- al concejal socialista Isaías Carrasco, dos días antes de las elecciones: con ello, apuntaló la victoria de ZP en las elecciones, le hizo el gran favor: ocultar el giro copernicano del PSOE que pasó de llamar hombre de paz a Arnaldo Otegi y preso reciclable a Ignacio de Juana Chaos a convertirse en el más duro entre los duros. El reto electoral más importante de los socialistas consistía era lavar su imagen de rendición ante los terroristas, con tal de pasar a la historia como el pacificador de Euskadi, azote de la banda. ETA le hizo esa campaña de imagen a costa de la vida de un inocente.
Ocurre que ZP ha cambiado tras el 9M. Ahora no quiere saber nada con el nacionalismo vasco en ninguna de su formas, aunque sí con el nacionalismo catalán de CIU. Ahora ZP no quiere negociar, y el Gobierno ya le ha comunicado al lehendakari Ibarretxe que se deje de consultas populares y se atenga a la Constitución y al Estatuto de Guernica, es decir, a lo que tiene desde hace más desde hace un cuarto siglo. Y ETA responde al desaire como sabe: asesinando. Le toca el turno a un joven guardia civil: ¿ZP, lo has oído? Vuelve a la mesa negociadora, atiende bien a nuestro primo del PNV o te matamos a otro.
Ha sido una de las grandiosas meteduras de pata de la primera legislatura zapatista, y sólo un personaje como el presidente del Gobierno español, verdaderamente siniestro, puede vencer unas elecciones tras una política tan estúpida como la llevada a cabo con ETA.
Eulogio López
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