La celebración del día de la mujer trabajadora me ha hecho pensar en alguien, para mi entrañable, con la que estaba unido por lazos de sangre.

Sr. Director:

Era inteligente y con gran sentido práctico. Hubiera podido triunfar en cualquier actividad profesional. Pero nunca trabajó fuera de casa. De jovencita estuvo cuidando de una abuela viuda y casi ciega. Y cuando se casó prefirió continuar atendiendo a su marido y a sus tres hijos a medida que fueron llegando, así como a unos suegros con los achaques propios de las personas mayores. Más tarde tuvo que ocuparse de un padre viudo que murió a los 94 años. Siempre la vi a alegre y serena. Le gustaba cantar, sola o con los demás miembros de la familia. Nunca tuvo complejo de Maruja.

Y cuando se hablaba de este tema, sin cuestionar lo que hicieran otras mujeres, ella decía que su mejor realización era sentirse útil a los demás y poder darse a aquellos que más amaba. Yo tampoco cuestiono lo que hagan las demás mujeres. O los hombres, pues también ellos pueden preferir quedarse en casa cuidando de los hijos.

Simplemente constato un hecho: estoy convencido que fue feliz hasta el último día de su vida, en que relativamente joven murió ahogada en el Mediterráneo. Y que la gran unidad que hay en mi familia se la debemos a ella.

Federico Gómez Pardo

fredericgomez@agronoms.cat