Vasco de nacimiento, nombre y apellido, denostado por algunos de su propia tierra, Monseñor Munilla marcha a la diócesis de Donostia.
Algo muy consolador que seguro lo tiene en cuenta Monseñor Munilla: en el País Vasco, como en todas partes, abunda la gente buena, esa que no suele hacer ruido. Estoy segura de que los fieles donostiarras que saben separar religión de política, le van a querer muchísimo, como se merece, como le ha querido el pueblo palentino en masa. Unas amigas mías de Palencia, me decían hace algún tiempo: Nos lo llevarán, un Obispo de tanta valía no durará mucho en Palencia. Cuando, hace poco, vieron cumplida su intuición, comentaron: Lo sentimos, pero tenemos conformidad: en poco tiempo ha hecho muchas cosas buenas y no podrán pararse.
Don Ignacio Munilla es sólo un obispo, un hombre de Dios. Por ser sólo de Dios, será de todos los fieles de San Sebastián. Estas fueron sus últimas palabras a sus diocesanos palentinos (3-1- 010): ¡Mirad a María! ¡Mirad su belleza, mirad su santidad! ¡Agarraos fuerte al Santo Rosario, llevadlo en vuestro bolsillo y rezadlo con frecuencia! Será un signo de que estamos conectados en red. Es la comunión en Cristo, a través de María. Con Ella, sólo con Ella, nos haremos pequeños para poder servir a los pequeños, a los más pequeños; es decir, a los pobres y a cuantos esperan nuestra caridad.
Josefa Romo