Contemplamos atónitos las peticiones reiteradas de los responsables de la autonomía catalana que quieren pasar por encima de la Constitución Española para conseguir su independencia absoluta, aunque para ello lesionen los derechos y libertades del resto de los ciudadanos que lo único que quieren es seguir siendo catalanes y españoles y que les solucionen los graves problemas que tienen en la actualidad, problemas que no tienen nada que ver con la obsesión enfermiza de sus mandatarios.
No se trata en absoluto, de amor legítimo a la patria o de aprecio por su identidad, sino, por el contrario, de un rechazo feroz por el otro en su diversidad. Cabría preguntarse si sus máximos responsables pretenden con esa actuación exacerbada el engrandecimiento de su país.
Una de las catalanas más universales, Monserrat Caballé, expresa su rechazo a ese independentismo: "Soy de Naciones Unidas desde 1988 y nos han enseñado la convivencia. Los pueblos del mundo tenemos que estar unidos. No podemos hacer cadenas, las cadenas son para la esclavitud… Las cadenas humanas son para separar. Cuando tienes la suerte de viajar por todo el mundo, como me ha pasado a mí, y conoces tantos pueblos y tanta gente diferente, te das cuenta que las hostilidades no funcionan. He sido embajadora de España como todos los cantantes. Quien pone cadenas me hace daño, extirpa a todo el resto, lo manda fuera," comentó la soprano.
Confiemos, pues, que pueda resolverse en su raíz el problema nacionalista porque están en peligro los derechos de las personas, ya que las metas estrechas desembocan en un analfabetismo cazurro.
Pepita Taboada Jaén