Sensacional. La Chiche Duhalde española, nuestra Hillary Clinton, la Carmen Romero bis, Evita Perón al fondo, es decir, la esposa del presidente del Gobierno, Ana Botella, candidata a concejal por el Ayuntamiento de Madrid, ha vuelto a regalarnos otra lección de renovación ideológica profunda, de corte centro-reformista y laico-botellista. ¡Aprended, iberoamericanos, de la reforma que llega de las Españas!

Esta vez ha sido en el diario ABC, donde, antes de nada, Ana Botella se ha puesto la venda delante de la herida: advierte que van a por ella. ¡Qué tontería! Como si a alguien le importara que la mujer del presidente saliente ingresara en política...

La primera en la frente. El director de ABC, José Antonio Zarzalejos, le pregunta sobre el aborto (qué curiosos: esa pregunta nunca se la hacen a su esposo). Respuesta rápida, fugaz, definitiva:

"En España, ahora, no hay demanda social de ampliación de los supuestos".

Es decir, que estamos ante una cuestión de oferta y demanda. Un escenario liberal, en el que las encuestas deciden la política, la moral y la justicia de los fenómenos. De paso, Chiche Botella no responde.

Luego viene lo de la investigación con embriones. Ojo a la respuesta, que tiene chicha: "la investigación avanza a ritmo más rápido que la legislación". Bueno, desgraciadamente, es mentira, dado que la investigación con embriones no ha avanzado nada, lo que se dice nada, no ha servido para curar enfermedad alguna, pero aceptemos la frase doña Ana a beneficio de inventario. Porque luego se descuelga con otros epigramas de mayor enjundia: "Es bueno encontrar terapias para enfermedades... pero no tengo un juicio plenamente formado al respecto". Reparen en estas dos observaciones. La primera, que curar enfermedades es bueno, lo cual no ha sido recogido en ningún texto de derecho internacional. La segunda, o sea, la respuesta propiamente dicha, sólo se adivina: doña Ana no tiene formado juicio al respecto. Esperemos que lo tenga antes de las elecciones de mayo.

Parejas de hecho. Esto es muy bueno, no se lo pierdan. Para Ana Botella las parejas gay homosexuales "están englobadas en la regulación de las parejas de hecho". Oiga, pero si es que esta señora es una joya: se le entiende todo. Ahora resulta que las leyes sobre parejas de hecho era el sombrero donde se escondía, abracadabra, el palomo, sin ánimo de ofender, de los matrimonios homosexuales. Y yo que no había caído.

Pero al asunto le faltaba la guinda. Porque entonces, sin que Zarzalejos le pregunte, doña Ana se sube a la tarima e imparte lección magistral: "el nuestro es un estado laico, no confesional, en el que una gran mayoría tiene una formación cristiana, y en el que cada cual, debe actuar conforme a su conciencia".

Laico no se opone a confesional, sino a clerical, pero esta previsión puede resultar demasiado abstrusa para el lenguaje político español. Verá: resulta que la mayoría de los españoles tiene una conciencia cristiana pero resulta, al mismo tiempo, que cada cual debe actuar conforme a su conciencia... que es cristiana y no sólo el impele a no abortar, sino a defender la vida y a exigir que la autoridad proteja la vida humana.

Pero es que, además, todo el mensaje del laico-botellismo es falso. Mire usted, señora Botella, cada cual no actúa conforme a su conciencia en el Partido Popular, porque lo impide su señor esposo. Demostración: en casi siete años de Gobierno, que se dice pronto, ningún responsable del partido gobernante, ninguno, se ha atrevido a hablar del derecho a la vida y la necesidad de defender al más débil, en un país en el que se producen 60.000 abortos, es decir, homicidios, al año.

Los que ahora callan son los mismos, dirigidos por el hoy ministro de Defensa, Federico Trillo, que en la oposición presentaron recursos de anticonstitucionalidad contra la Ley de fecundación "in vitro", y que diez años después, han dado el visto bueno a la distribución de la píldora abortiva y la píldora del día después. Una de tres: o su conciencia se ha vuelto muda, o ellos se han vuelto sordos, o, Dios me perdone, les importa más su cargo que su conciencia. 

Lo de laico-botellismo no es más que una moral de situación, que deberá se reconocida a partir de ahora como "moral de botellón". Es pura sociología política, o adecuación de la conciencia y de la práctica de Gobierno a lo que piensa, no la opinión pública, sino la opinión publicada. No el común de los ciudadanos, sino el que posee un altavoz para hacerse oír. Ese es el que busca Ana Botella. Lo de la conciencia solo es el segundo plato.

Porque claro, si todo depende de la conciencia individual, aparte de que no haría falta gobierno alguno (feroz tentación, lo sé, pero que debe ser reprimida al instante) nos encontraríamos con el viejo absurdo, que afecta a cualquier opción moral: "Personalmente estoy contra la esclavitud, pero no puedo inmiscuirme en la libertad ajena e impedir que otros tengan esclavos".

Por cierto, ya verán como cuando Juan Pablo II, el mismo que acaba de exigir coherencia a los católicos católicos, venga a España, Ana Botella hará cola para saludarle, no sé si tocada con mantilla o embutida en Versace. A fin de cuentas, para entonces estaremos en vísperas electorales.

Eulogio López