En esta sociedad crispada, minada por la crisis mundial y el paro, falta de valores morales y desorientada, existen más personas buenas de las que creemos. No salen en los periódicos ni en los programas de TVE de los famosos, eso a ellas no les importa.
Las conozco bien, tengo el honor de llevar dos años trabajando codo con codo con ellas. Su edad oscila entre los cuarenta y los ochenta años, que tiene la antigua presidenta, magníficamente llevados con gracejo sevillano. Dejan la comodidad de sus hogares para atender a quienes más las necesitan.
Son profesionales que entregan su vida diariamente a otras mujeres y niños; católicas sin ser beatas, abiertas a todas las razas y credos, comprensivas y comprometidas con la sociedad.
Saben escuchar a quienes se encuentran desesperadamente solas, abandonadas de familia o pareja la mayor parte de las veces, con un problema de conciencia que no saben resolver.
Ellas, estas mujeres valientes, han elegidos la opción de trabajar por y para la vida, raro empeño hoy, salvando niños desde su concepción, que no llegarían a ver la luz en este mundo.
No juzgan a nadie, atienden con una sonrisa especial a quienes se les acercan buscando ayuda.
Son las mujeres de pro-vida, la Organización que lucha para sacar a futuras madres de sus problemas y a sus hijos desde los inicios de su concepción. Labor inmensa, horizontes amplísimos; se trata de salvar vidas y almas que, a fin de cuentas, es lo más importante que Dios nos ha regalado a todos.
Intentan hacer comprender a las jóvenes madres que, lo que llevan en su seno, es un ser vivo y real, un hombre o mujer, no una lenteja o una molestia como la sociedad de consumo nos quiere hacer ver.
Gracias a ellas, a su callada labor, constante y entregada, viven doscientos setenta y seis niños más este año en Sevilla.
Sus madres, esa chicas desesperadamente solas que no han cercenado la naciente vida que portan, no tendrán los traumas psicológicos generados por quien acaba con ella, más aún, con la de un hijo, serán más mujeres que antes y saldrán, aunque con esfuerzos, de sus dificultades económicas con una alegría renovada, la de ser madres.
Cuando se nos obliga a escuchar tantas noticias sobre crisis, paro, corrupción, amiguismo, nepotismo, malversación de fondos…, cortinas de humo con las que se intentan tapar otras cosas, veo a diario el valor de estas mujeres, del siglo XXI, que contemplan muy de cerca la vida, la más entrañable y débil, la del no nacido, y sus desvelos por protegerla.
Brindemos un aplauso sincero, sencillo como ellas y veraz, sabiendo de cierto, como decía el gran poeta, que "al final de la vida, nos examinarán de Amor".
Muchas gracias.
Rosa Ciriquián Costi