Recuerdo que en una asamblea de trabajadores del Grupo Zeta –eran tiempos de bonanza- propuse que todos donáramos un día de salario a una causa humanitaria. No se llegó a decidir quién sería el recipiendario de los fondos porque la mayoría democrática se negó en redondo. Éramos un medio informativo progresista, y los progres consideran que sólo existen pecados sociales y generosidad social, por lo que, en resumen, la caridad es esa cosa que hay que dejar en manos del Estado y respetar su monopolio. Justicia social toda, pero individual –por ejemplo, rascarse el bolsillo por el menesteroso- nunca jamás. Eso supondría una intromisión inaceptable.

Pues bien, resulta que ahora, en tiempos de crisis, el obispo de Guipúzcoa, José Ignacio Munilla, ha ido más allá. En el mejor editorial sobre la crisis que he tenido el gustazo de leer, propone monseñor que todos los sacerdotes de su diócesis –empezando por él, que ya lo ha hecho- donen una paga extra a Caritas, porque la pobreza ha cundido en la diócesis y la ONG más eficaz del mundo no da abasto para atender las reclamaciones que le llegan. Si consideramos que un obispo cobra unos 800 euros y un obispo no llega a 1.000, una extraordinaria supone un buen pellizco.

No sé cómo se las van a arreglar ahora los curas progres de la diócesis. El clero asambleario vasco no le quería de obispo. Es más, se oía aquello de "preferimos a uno del Opus que a Munilla", Y es que les resultaba muy molesto un obispo que hablaba euskera y que, encima, amaba a Dios y, por ello, a los hombres. Y así, claro está, no hay manera de hacer una sana Iglesia popular.   
Pero es que, además, Munilla se ha comportado como el intelectual que es. No se conforma con ese rasgo de dar sino que ha dejado claro que no sólo de pan vive el hombre y que las raíces de la crisis son morales. Vamos que el problema de fondo es que Occidente cristiano se ha olvidado de Cristo. Y Munilla, ese repugnante conservador, ha arremetido no contra los que tienen menos, como hace el Gobierno Rajoy, sino contra los que tienen más y contra los que, tengan menos o más, se han olvidado de que la economía no es una ciencia, sino una actitud de servicio a los demás, en 'economiqués', bien común.

Eulogio López

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