La verdad sin amor es ciega. El amor sin verdad lastima. Son las palabras de Richard Cohen (en la imagen), ese norteamericano que se ha convertido en un bastión clave contra la plaga del homosexualismo (he dicho del homosexualismo, también podría haber dicho de la homosexualidad, pero no de los homosexuales).

La editorial Libros Libres acaba de publicar su libro Abriendo las puertas del armario, la obra de un personaje que sabe de lo que habla porque él mismo fue un esclavo de la pena homosexual. Cohen ha sufrido la homosexualidad y ahora, salido de prisión, lucha porque otros puedan huir de esta Isla del Diablo que se nos propone como paraíso.

Y es que el amigo Richard fue homosexual y sabe que lo gay tiene poco de gay. Lo gay no es alegre, es un infierno del que huir, aunque a veces la huida sea difícil y el mayor enemigo de la libertad sea el propio homosexual aherrojado.

Las tesis de Cohen están muy claras. La primera: nadie nace gay, degenera hasta hacerse gay. Los seres humanos nacen heterosexuales sin que nadie les permita elegir.  Nacen heterosexuales porque son personas, y la raza humana es una raza sexuada. Cristo no nos pidió permiso para crearnos, ni nos pidió permisos para crearnos según naturaleza sexuada, procreativa y reproductora.

Otrosí: no existen órganos homosexuales (por eso utilizan el recto de forma asaz antinatural): existen los órganos genitales masculinos y femeninos.

¿Qué colección de obviedades, verdad Pues ese es el problema. Que, a pesar de ser obvias, continúan siendo pertinentes. Como la obviedad por la que el ministro del Interior, Jorge Fernández, fuera crucificado: si todos fuéramos gays la raza humana desaparecería de la faz de la tierra.

Cohen considera que, con toda esa fuerza de la naturaleza a su favor, el fatalismo homosexual está de más. En plata: que de la prisión gay se puede salir.

Un gran libro, sin duda. Eso sí, me ha llamado la atención, y mucho, el prólogo del libro, sabotaje a las tesis de Cohen. La prologuista es una tal Desirée Carlson Sanromán. Oigámosla: "El que existan razones de por qué alguien podría haber desarrollado AMS (atracción hacia el mismo sexo) no significa que tenga que elegir  buscar ayuda o un cambio". Pues sí Desirée, prenda, es lo que significa, y a eso les anima Cohen. Respetando su libertad, ciertamente, pero les anima a ello.

La amiga Desiree nos anima a una "nueva tolerancia", que no es más que la viejísima intolerancia del "vive y haz lo que quieras". Es decir, del egoísmo más espantoso, precisamente el universo opuesto al del autor. Claro que hay que ayudar al homosexual a salir de la prisión, faltaría más. Naturalmente, Desirée llevada por la borrachera egotista, acaba concluyendo que lo que hay que hacer es amar al homosexual. Por supuesto que sí, pero cuando alguien ama respeta tanto como anima a la persona amada hacia la perfección.

Este prólogo le sienta al libro como a un Cristo dos pistolas. Se lo pueden saltar sin reconcomio. El resto de la obra es magnífico.

Eulogio López

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