La contaminación comercial difumina el sentido que ha de dársele a la navidad. Sólo quien de verdad entiende el Misterio es capaz de distinguir entre Navidades.

Sr. Director:

Entramos en unos días de preparación próxima de la Navidad, no obstante en una sociedad de consumo como la actual, este periodo sufre por desgracia una especie de "contaminación" comercial, que corre el riesgo de alterar su auténtico espíritu, caracterizado por el recogimiento, la sobriedad, una alegría que no es exterior, sino interior.

Para aquellos que queremos vivir la auténtica Navidad, la remoción de la construcción del Pesebre en familia nos puede ayudar de manera extraordinaria. Y es que hacer el Belén  en casa puede ser una forma sencilla pero eficaz de presentar la fe y transmitirla a los más jóvenes, especialmente los pequeños, aunque también es importante la vivamos los adultos.

El pesebre nos ayuda a contemplar el misterio del amor de Dios que se ha revelado en la pobreza y en la sencillez de la gruta de Belén. Nos puede ayudar, de hecho, a comprender el secreto de la verdadera Navidad, porque habla de la humildad y de la bondad misericordiosa de Cristo, que "siendo rico, por nosotros se hizo pobre", es una afirmación de San Pablo.

Es fácil comprender, ante las figuras del pesebre, las palabra del ángel a los pastores de Belén en los cuales estamos nosotros representados: "esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc 2,12). Pienso que sigue siendo el signo también para nosotros, hombre y mujeres del siglo XXI. No hay otra Navidad.

Jesús Domingo Martínez

jesusdomingo125@gmail.com