Cuán bello e instructivo resulta escuchar, incluso leer, los principios fundacionales de un medio informativo. Es cierto que los diarios suelen figurar en el número 1, para pasar, a partir de entonces, a vivir una vida apacible en la hemeroteca. Es cierto, también, que suelen ser ideario ferozmente originales. Por ejemplo, en la madrugada del martes 7, desde la biblioteca del muy histórico edificio de ABC, Luis del Olmo inauguraba Punto Radio, la cadena del Grupo Vocento, con un discurso  en el que se resumía los conceptos que van a llenar de contenido a Punto Radio: "Pluralidad, neutralidad, profesionalidad, entrega, compromiso".

 

Lo de "entrega" y "compromiso" está muy bien, sí señor, aunque no está claro cómo se concilian con los tres supuestos anteriores. No voy a hablar de contradicción en origen, no de pensamiento navarro, para que no se me enfaden los muchos amigos navarros que tengo, pero, no sé, habría que referirse a una "telefonista atenta", un "taxista sereno" o un "banquero generoso" para parangonar la situación.

 

Pluralidad. No hombre, no, Punto Radio no tiene que ser plural. Lo que tiene que ser plural es el sistema radiofónico español. Dentro de él, Punto Radio debe elegir su propio ideario, su propia doctrina cultural, su propia tendencia artística, su propia concepción de la política y la economía. Si opta por la pluralidad, es decir, por asumirlas todas, es que no está optando por ninguna. Se convierte en un notario de la actualidad… y todos sabemos lo que eso significa. El pluralismo es externo, no interno. Las personas y las instituciones deben ser monolíticas, no plurales, y confrontan su monolitismo con otros monolitismos, todos ellos libremente expresados.

 

Lo de neutralidad es incluso más grave. Supongo que Del Olmo no quiere decir que ofrecerá sus micrófonos cinco minutos a los nazis y cinco a los judíos. Porque neutralidad es justamente eso, además de resultar tan imposible como lo del pluralismo.

 

El término profesionalidad es otra tontuna muy alabada. Antes, lo elogiable era ser un aficionado, y no un profesional, que no hacía las cosas por gusto sino por dinero, por la guita, el parné. Eso es lo malo de los medios informativos actuales: que son muy profesionales; no dicen lo que piensan, sino lo que interesa a quienes les pagan, sean accionistas, partidos, bancos o Gobiernos.

 

Y todo ello es muy incompatible con la entrega y el compromiso. Si te entregas a una persona o te comprometes con  una idea es porque estás renunciando a todas las demás personas y a todas las demás ideas. Algo muy poco pluralista, muy poco neutral y escasamente profesional.

 

Pero mucho más divertida fue la presentación de la emisora pública Radio Nacional de España.  Su nuevo director, Pedro Piqueras, quiere dar voz a los que no tienen voz. Quizás por ello, piensa dedicar una hora diaria "a colectivos que hasta ahora no han tenido representación en las ondas, tales como las mujeres maltratadas, los inmigrantes y, naturalmente, los homosexuales". Yo juraría que a través de espectro radioeléctrico no oigo otra cosa que noticias sobre inmigración, sobre la llamada violencia de género y sobre los homosexuales salientes del armario, pero seguramente escucharé emisoras piratas. Según Piqueras, esto es la esencia de la radio pública, la que pagamos todos, pero, por si acaso, y por aquello de que hay que competir, Piqueras les ha otorgado la banda horaria de 23:00 a 24:00 horas, donde no escucha la radio ni los técnicos de control, porque es una hora de máxima audiencia televisiva. Porque una cosa es dar voz a los que no tienen voz y otra muy distinta proporcionarles un molesto altavoz, dado que los contenidos son bastante previsibles. Y, naturalmente, no estamos hablando de Radio 1, sino de Radio 5. Pura esencia, pura radio pública.  

 

Hasta ahora, Radio 5 sólo contaba con un bonito consultorio sobre anticonceptivos y abortos que se introducían en medio de la programación, porque los aborteros son homicidas, pero no idiotas.

 

Y todo esto es bello e instructivo, dado que, al menos, se está hablando de idearios, y no de resultados económicos. Incluso de idearios que van más allá del consabido "respeto a la legalidad constitucional vigente y a la monarquía de todos", que ya se nos había quedado un tanto rancio.

 

Eulogio López