Los socialistas y el PP tropiezan en la misma falla: son incapaces de navegar a contracorriente con el imperativo que marca la realidad, del hombre, de las familias y de la sociedad
Es preocupante que Pedro Sánchez no diga nada y se refugie en los tópicos porque ese es precisamente el problema de ese partido, que ni tiene líder ni tiene programa, que va de ocurrencia en ocurrencia dependiendo de la zona geográfica, del Día del Orgullo Gay o de lo que diga el cantamañanas de Podemos, Pablo Iglesias, o de las elecciones europeas. Que no se aclara, vamos. Hoy 'tolera' la monarquía como pasado mañana vuelve a ser más republicano que nadie y ni que decir tiene su discurso sobre la unidad territorial, que cuestiona, reforma o destruye, según el momento, o el recurrente Concordato con la Santa Sede, si conviene cascar a la Iglesia. Y del discurso clásico de la izquierda, de ese "gobernamos para solucionar los problemas de la gente", que decía Ramón Rubial, ¿qué Nada. No se ve ni se escucha. Ni saben cuáles son los problemas de la gente ni cómo se solucionan. Les falta también la firmeza de un Felipe González, que ha pasado a mejor vida, aunque conserva cierto sentido común de Estado, a pesar de vender sus acciones de Gas Natural Fenosa, que ya era hora. En el fondo, el problema del PSOE es el mismo que el del PP. Son incapaces de navegar a contracorriente con el imperativo que sólo puede marcar la realidad, del hombre, de las familias y de la sociedad. Oiga, que eso es lo importante, ¿sabe Aceptan, por el contrario, y acríticamente, el imperativo de la opinión pública sin darse cuenta de que es a la opinión pública -a la que torpedean a diario, por otra parte, hasta hacerla tonta e insensible- a la que hay que convencer con ideas -o sea, un discurso inteligente- para mejorar la realidad política. Y eso sólo se calibra con la contribución al bien común y con voluntad de servicio. En el caso del PSOE, en sus actuales circunstancias, es más grave: quedan sólo dos semanas para decidir, en congreso extraordinario, por dónde tira. Y escuchando a Pedro Sánchez o a Eduardo Madina, qué quieren que les diga. Pueden durar menos que un caramelo a la puerta de un colegio.
Mariano Tomás
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