Sr. Director:
Estando en mi trabajo el viernes 20 de abril, y después de lanzar algunos improperios por un inesperado corte de la corriente eléctrica que apagó mi ordenador, de felicitarme por no estar en un estadio deportivo, y sintiéndome en confianza por hallarme tan lejos de los diputados de la Asamblea del Distrito Federal (ALDF), que estarán enfrentando el nuevo y magnánimo reto de erradicar las palabrotas -improperios- de los beneméritos estadios deportivos, una medida urgentísima sin duda, me doy de frente con esta noticia:
"Comisiones unidas de la ALDF acordaron considerar como aborto sólo a partir de la décima segunda semana de gestación, y ya no desde el inicio de la misma... Con 14 votos a favor, cinco en contra y una abstención, los diputados locales encargados de dictaminar las reformas al Código Penal también acordaron disminuir la penalidad a la mujer que aborte voluntariamente después de las 12 semanas de embarazo". ¡Doce semanas! Cuando el bebé está prácticamente terminado y sólo le falta crecer. Cuando sus facciones comienzan a definirse y ya podría darnos su huella digital para votar en contra del aborto desde dos semanas antes. Cuando el pequeño "sería invisible en el interior de un puño cerrado... extiendan la mano, está casi terminado, manos, pies, cabeza, órganos, cerebro... ya no hará sino crecer... podrán leer las líneas de su palma y decirle la buenaventura.... Podrán descifrar sus huellas digitales. Ya tiene todo lo necesario para su carné de identidad" (1). Un carné que, muy probablemente, jamás podrá sacarse, pues que antes lo sacarán con violencia del útero materno. Y sin la menor reverencia por los muertos, los señores diputados seguirán sentados en sus curules 'legislando' temas tan importantes como el evitar que se pronuncien palabras irreverentes en los estadios deportivos. De verdad, enferma tanta hipocresía. (1) Clara Leujene, Dr. Leujene. El amor a la vida, Ed. Palabra, Madrid 1999, pp. 47-50
Cristina Alba Michel
notichi@prodigy.net.mx