Unos 6.000 millones de seres humanos escucharon en la tarde del sábado que el Papa permite el preservativo en algunos casos, por ejemplo a las prostitutas. Aquellos que no se hayan enterado el sábado por la red o por la televisión se han topado en la mañana del domingo 21 con titulares donde se asegura que, por fin, el Papa abre la primera puerta a la salutífera goma.
Es el doble problema de vivir en una sociedad mediática: que los titulares no admiten matices y que los medios son eso, medios, por lo que nunca acudimos a las fuentes originales.
Y conste que las fuentes están ahí, al menos en este caso. Benedicto XVI pronunció las palabras equívocas, que no equivocadas, en un libro que no aparecerá hasta finales de mes pero del que el Observador Romano ya ha adelantado algunos párrafos (por cierto, ¿qué puñetas les pasa al periódico vaticano, contagiado del mal periodístico de que no es noticia que un perro muerda a un hombre y sí que un hombre muerda a un perro?).
Pues bien. La agencia Zenit ha recogido los dos párrafos del escándalo. Fuente original, hela aquí:
Concentrarse sólo en el preservativo quiere decir banalizar la sexualidad y esta banalización representa precisamente el motivo por el que muchas personas ya no ven en la sexualidad la expresión de su amor, sino sólo una especie de droga, que se suministran por su cuenta. Por este motivo, también la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte del gran esfuerzo para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda ejercer su efecto positivo en el ser humano en su totalidad.
Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad.
Naturalmente, el primer párrafo no le ha interesado a nadie, a pesar de ser el más importante, el que marca la doctrina cristiana sobre la sexualidad. ¿Cuál es el problema de las relaciones sexuales? Su banalización, su trivialización. Copulan como respiran me decía un amigo con expresión vulgar pero rigurosa. El coito se ha convertido, como asegura Benedicto XVI, en una droga, un picor que hay que rascarse, diría yo. No hay compromiso, no hay entrega, no hay donación; por tanto, no hay apertura a la vida. ¿Para qué?
Criterio general del Papa: el condón es malo porque no evita el sida, lo que evita es el niño, la vida. El profiláctico es una repugnante demostración de amor condicionado, no entregado, una prueba más de la frivolización del sexo, esa relación entre hombre y mujer tan fuerte, tan plena, tan intensa, tan comprometedora que debe ser eternamente disfrutada o eternamente soportada.
A continuación viene el segundo párrafo, el del follón. Con forma condicional, y sólo así, Benedicto XVI asegura que puede haber casos justificados, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, lo que podría entenderse seguimos en condicionales, como un primer acto de responsabilidad moral para dejar claro que no se puede hacer todo lo que se quiere.
Se lo voy a traducir a lo bestia: es la teoría del mal menor, que sólo es válida si se resalta la vigencia del bien posible. Una prostituta por su actividad, está sometida, de continuo, a algo peor que el uso del condón. El dilema constante de estas mujeres es el aborto permanente o el anticonceptivo todas las píldoras presentes en el mercado pueden resultar abortivas- igualmente permanente o el uso del preservativo.
Por tanto, el condón es, en efecto, un mal menor, no sólo frente al sida, sino también, y antes que nada, frente al aborto, que constituye el mal mayor: el asesinato del ser humano más inocente y más indefenso.
Si me obligan a decidir qué es mejor, si que el usuario de la coima utilice goma o que la coima se quede embarazada y aborte, sea por vía quirúrgica o química, yo también responderé que el condón, pero sin olvidar el bien posible: que un hombre y una mujer deben convivir sólo si hay entrega y compromiso mutuos, así como apertura a la vida. Y si no, pues no.
Moisés también permitió el divorcio mal menor- a los muy bestias israelitas, supongo que para que no degollaran a sus esposas cuando se encaprichaban de otra, pero Cristo restituyó el sentido original del matrimonio indisoluble.
Incluso, sí. El mal menor puede ser un primer, que no último, intento de moralizar el desastre de quien vende su propio cuerpo, y su propia alma, por dinero. Benedicto XVI, mucho más clemente que yo, intenta buscar un punto de comedia en la tragedia del sexo banal pero enseguida concluye que el condón no es el medio para acabar con el sida. Lo cual no es una afirmación sólo moral sino también médica- y que el problema no es si se puede utilizar el condón en casos extremos la prostitución- sino humanizar la sexualidad, que es la conclusión de Benedicto XVI omitida por los medios. Y, ¿Qué es humanizar la sexualidad? Sencillo: no separar jamás el sexo del amor. Pero ese titular aburre a un difunto. Así nos va.
En resumen, lo que el Papa ha dicho es lo que siempre ha dicho la Iglesia: que no se debe follar con quien no se debe y sobre todo, con aquel a quien no se quiere. El término follar es de mi estricta competencia y responsabilidad pero recuerden el viejo lema de los comunicadores políticos norteamericanos: hay que hablar para los tontos, porque los listos también lo entienden.
¿Y por qué ha dicho el Papa todo esto? ¿No podía haberse ahorrado unas palabras que, contando con la mala leche imperante y con una manipulación más que previsible, iban a general ambigüedad y confusión? Pues muy sencillo, las ha pronunciado porque son ciertas. La Iglesia no puede funcionar con criterios mundanos. El mundo (no el diario El Mundo, ese dice aún más chorradas) sopesa a priori el efecto de sus pronunciamientos; la Iglesia sólo sopesa si esos pronunciamientos son ciertos y si son edificantes, sin atender a interpretaciones torticeras. Yo creo que Benedicto XVI ha dicho lo que tenía que decir. Juzgue cada cual en conciencia, no según el último titular del telediario. Y también lo ha dicho porque a la hora de debatir hay dos tipos de personas: las que buscan la verdad y las que sólo buscan vencer al contrario. Benedicto XVI perteence al primer grupo, lo que someten a revisión hasta sus propias afirmaciones. Son conciencias finas que algunos no pueden comprender.
No, el Papa no ha permitido el uso del condón, tampoco para prostitutas.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com