El salario medio anual de los varones españoles en 2006 fue de 19.314 euros, frente a los 13.497 euros de retribución media de la mujer española.

De ello se deduce, así lo han deducido casi todos los medios informativos, que estamos ante "salarios machistas", e incluso el lobby feminista del PSOE ha inspirado titulares aún más hermosos, como el que denuncia que es esto lo que justifica la necesidad de la ley de igualdad, que consiste en obligar coactivamente a las empresas a tener tantos consejeros como consejeras. Necedad egregia, dado que los consejeros representan al capital (o deberían). Por tanto, a lo que debería obligar la ley es a introducir en el Consejo a aquel que posea o represente a un porcentaje significativo del capital de la empresa, y esto independientemente de su pertenencia al sexo masculino, al femenino o al mediopensionista.

Pero volvamos al tópico de los salarios machistas. Salvo casos de delito, que habrá que perseguir en los tribunales, los hombres españoles no cobran más que las mujeres, sino exactamente lo mismo. Y esto porque las categorías laborales están perfectamente catalogadas, y un administrativo cobra lo mismo independientemente de su condición. Miren a su alrededor y comprobarán que lo que digo es cierto. Y si encuentran un caso que no lo sea, denúncienlo a Inspección de Trabajo. Los salarios son asexuales.

¿Son falsas, entonces, las cifras de Hacienda? No, hasta el Fisco puede decir la verdad. De hecho, las mujeres cobran menos que los hombres por al menos cuatro razones:

1. Figuran más en las economías sumergidas, especialmente en el segmento de las empleadas del hogar, donde existen muchas más mujeres que hombres. Ojo, en algunas profesiones, la economía sumergida no tiene por qué significar menor retribución, sino menores impuestos, pero está claro que segmentos como el servicio doméstico no genera grandes salarios.

2. Las mujeres practican más que los varones la jornada laboral reducida, para compaginarlas con sus tareas en el hogar.

3. El ciclo histórico de la incorporación de la mujer al mundo del trabajo todavía no se ha completado. En otras palabras, España aún está cinco puntos por debajo de la media europea en incorporación de la mujer al universo laboral.

4. El que más cobra es el empresario, el autónomo, el propietario de una pequeña o mediana empresa. Es el que hace subir la media. Ese es el que hace subir la media (los empresarios también cobran un salario). Ahora bien, si repasan los listados de cualquier patronal o cámara de comercio, caerán en la cuenta de que el número de emprendedores masculinos supera con creces al femenino. La aversión al riesgo empresarial de la mujer no es objeto de este artículo, pero el hecho es que la mujer se siente más feliz con un empelo seguro que con un empleo bien remunerado, y que su sueño es el funcionariado, es decir, el empleo para toda la vida pero peor remunerado y renovado según la inflación.

4. Y la más importante de todas. A ver si nos metemos esto en la cabeza: la discriminación natural que sufre la mujer frente al hombre en el mundo laboral se llama maternidad. En nuestra sociedad no está marginada la mujer, lo que está marginada es la madre. La que decide no ser madre es una privilegiada, especialmente si tiene pocos escrúpulos, y no tiene disculpa alguna para subir en su profesión. La madre sí, porque por mucha conciliación que le echemos al asunto, el embarazo y el parto inciden sobre la mujer, precisamente en la edad en la que más se asciende en el universo laboral (como diría Peter, hasta alcanzar el nivel de incompetencia). Esa es una ventaja laboral que tiene el varón sobre la mujer, y una discriminación natural de ésta respecto a aquél.

Por tanto, no son salarios machistas, ni tampoco se resuelve la injusticia -insisto, injusticia natural, que se supone recompensada con la satisfacción de la maternidad y la mayor unión de los hijos con la madre- con leyes de igualdad al modelo Zapatero, sino reconociendo, es de justicia, lo que debería ser la cuarta pata del Estado del Bienestar: el salario maternal, al que debería tener derecho toda madre, como justa recompensa a quien aporta a la sociedad lo más valioso para ésta: futuros contribuyentes. Y lo aporta, a costa de perder el ritmo de sus competidores varones, que se le adelantan en la escala salarial.

No es la mujer quien está marginada, sino la madre.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com