Dos precisiones:
1. No tienen que quebrar todos los bancos: sólo aquéllos que están en quiebra. Algo parecido a lo del El Gallo: Lo que no puede ser no puede ser, pero además es imposible.
Dicho de otra forma: ¿por qué no puede quebrar un banco?
2. Segundo: que quiebre un banco no supone dejar al ahorrador sin fondos. Ojo, al ahorrador, no al inversor. Y con un límite.
La razón es sencilla: quien una vez cubiertas sus necesidades, aún tiene capacidad de ahorro es porque no pasa necesidades... primarias. Y quien invierte ese ahorro sobrante (el 100 por 100, creo) es porque quiere ganar un dinero, elige su producto de inversión con plena capacidad de decisión. Si se equivoca, es como quien se equivoca comprando unas acciones de una empresa llamadas a bajar.
En cualquier caso, el contribuyente, es decir, toda la ciudadanía, no tiene porque pagar los errores de algunos. Póngase una cantidad de ahorro límite de la que responde toda la ciudadanía, o sea, el Estado y lo demás, lo siento muchísimo: si usted ha hecho caso de un mal gestor es como si usted ha apostado por un caballo perdedor: los demás no tenemos que pagarle sus pérdidas.
Por lo tanto, la banca, puede, debe y conviene que quiebre.
Pero es que, además -tercera razón que condena todos los planes de salvamento, especialmente los norteamericanos de Bush y Obama- es que no se están salvando a los ahorradores-inversores, sino a las instituciones, es decir a los accionistas, es decir a los gestores que han provocado el desastre. En definitiva, con dinero de todos estamos salvando a los que han provocado la crisis y, además, premiando a los que van a producir la siguiente crisis porque les hemos acostumbrado a que siempre estaremos los demás, es decir el Estado, para paliar su latrocinio, su especulación codiciosa y su estúpida tendencia al apalancamiento.
Pero es que nos nos damos cuenta de que lo que está haciendo Barack Obama, Gordon Brown, Angela Merkel y Nicolás Sarkozy (y ZP ya ha empezado) no es más que plutocracia, una de las maneras de acabar con la democracia, las libertades y la propiedad privada.
Ni tan siquiera Alberto Recarte, en su, por otra parte, buen libro sobre la crisis, se escapa de este sentido plutocrático verdaderamente liberticida. Los antiguos adoraban el becerro de oro y nosotros adoramos a banqueros y brokers, a los bancos y las bolsas, a los mercados financieros. Curioso credo este, que nos lleva directamente al suicido.
¿Y después de las quiebras bancarias, qué? Pues aprender del pasado a la hora de confiar nuestro dinero a un intermediario... y el intermediario aprender que maneja dinero de los demás. De otra forma, no estaremos saliendo de la crisis, sino generando la siguiente. Y si la afirmación parece muy pesimista -de las que no le gustan a ZP- a mediodía del martes el Fondo Monetario Internacional (FMI) venía a ratificar que la crisis bancaria no ha terminado y que ni tan siquiera ha mostrado su peor rostro. 'Cosas veredes, Sancho': el guardián de las esencias capiltalistas, el FMI, pidiendo la nacionalización de la banca, desde su sede central, a pocos metros de la Casa Blanca.
Eulogio López