Aldous Huxley no escribió Un mundo Feliz en 1930 tras un denodado esfuerzo de imaginación. Lo escribió como ficción que imitaba a una realidad: las primera leyes eugenésicas del mundo moderno, que se perpetran en el Reino Unido, la primera potencia de la época, en la década de los 20, unas leyes herodianas, más bien Nietschianas, contra las que tanto luchó el Grupo de Oxford en general y Chesterton y Belloc en particular. Huxley no estaba haciendo ficción, estaba haciendo periodismo.
Así que no debe extrañarnos que el Real Colegio de Obstetras y Ginecólogos (RCOG), vulgarmente conocidos como tocólogos, hayan recomendando el asesinato postnatal. La agencia Zenit ha resumido el asunto a la perfección y me congratula poder decir que los profesionales de los nacimientos han llegado a una conclusión de lo mas lógico : matando al niño, retrasado o minusválido, después del nacimiento, nos evitamos el aborto tardío. Con ello se demuestra lo que llevan tantos años negando para justificar el homicidio prenatal: que dejar nacer al niño es muchas veces menos arriesgado para la madre que matarlo. Recuerden, por ejemplo, el caso de aquella niña de 9 años, nicaragüense, que sirvió al lobby abortista mundial para escenificar otro de sus ritos macabro-propagandísticos: fue violada, se quedó embarazada y todo Occidente bramó por el aborto, que en efecto se llevó a cabo a pesar de que los medios habían advertido que tan peligroso era la interrupción del embarazo como el parto, a pesar de la pequeñez de la muchacha. Con ello se demuestra, también, que el aborto no sólo es la antesala del infanticidio, sino que la propia lógica abortera, al igual que la masacre de embriones en nombre de la ciencia, lleva al infanticidio postnatal. En tercer lugar, la petición de los tocólogos británicos, demuestra que el Nuevo Orden Mundial, que pasa por la cosificación del ser humano, alberga en su seno toda la lógica del capitalismo. No es una paradoja, sino la dura realidad. Observen que los enloquecidos tocólogos británicos no se conforman con asesinar, sino que legitiman con un argumento económico : dicen que con el homicidio neonatal, se ahorraría el peso emotivo y económico del cuidado de un niño o niña gravemente minusválidos. Capitalismo en estado puro : tanto aportas tanto vales. Si vas a ser una carga, lo mejor es que prescindamos de ti. Chesterton decía que el enemigo futuro de la persona y de la familia no estaría en Moscú, sino en Washington. Se refería, entre otras cosas, a esto.
Por cierto, el comunicado de los ginecólogos británicos, publicado en Sunday Times de lo más respetable, oiga- viene precedido por el permiso solicitado por otra institución de lo más científica: la Universidad de Newscastle ha pedido permiso a la autoridad competente para mezclar semen humano y óvulos de vaca. En la era soviética, los rusos intentaron el Proyecto Centauro, que consistía en eso que están pensando, al menos si han leído Harry Potter. Claro que entonces la biogenética no estaba tan desarrollada, así que supongo que los rusos pensaban en lo que Francisco Umbral llamaría zumbarse a la yegua (no me llamen deslenguado : estoy parafraseando a Francisco Umbral, nada menos, que siempre ha blasonado de hacérselo con cabras y nadie le ha tirado aún al Manzanares). Pero en Newcastle el asunto es mucho más fino, pretenden inocular semilla humana en un óvulo bovino, como ya habrán adivinado, con la espléndida intención de curar muchas patologías que asolan a la humanidad. Ahora bien, como la tal humanidad puede no tener conciencia pero conserva el estómago, y dado que la mezcla hombre-vaca puede producir más arcadas que remordimientos, han prometido que destruirán el anfibio o lo quesea- antes de los 14 días. O sea primero te cargas al embrión y una vez troceado y manipulado, lo tiras a la basura.
Es maravilloso esto de los 14 días, alguien ha dicho, que la vida humana comienza a los 14 días. Nadie lo ha razonado, pero tampoco es necesario : 14 días era el tiempo que precisaban los científicos, contando fines de semana y posibles puentes laborales, para congelar embriones humanos y masacrarlos a gusto. Así que, por consenso científico y político, el ser humano comienza a existir 14 días después de la concepción: ni 13 ni 15: catorce.
Otrosí: ¿por qué la ínclita Elena Salgado, o el ínclito Zapatero, no se rasgan las vestiduras y emplean su tiempo en algo tan políticamente rentable como poner como Chupa de dómine al Reino Unido de la Gran Bretaña? Pues porque, ellos también participan de la precitada e inexorable lógica del Imperio de la Muerte. En resumen, que todavía no han madurado, pero la petición de los ginecólogos británicos o de los científicos de Newscastle podrían ser apoyadas por Zapatero y sus ministras feministas, especialmente De la Vega y Salgado, en breve plazo. Por ahora, Salgado ha comenzado su ataque contra fumadores, bebedores y niños obesos, así como su masacre de embriones humanos: puede dar el salto al asesinato legal de los neonatos en cualquier momento.
¿Dónde está el límite de la progresía a la hora de fomentar el homicidio en nombre del progreso? La respuesta es: no hay límites. Con la persona y el derecho a la vida no puede jugarse ni con experimentos mínimos: una vez que entreabres la puerta la estás abriendo de par en par. Ha costado 4.000 años crear la civilización: ahora corremos el riesgo próximo de destruirla en nombre del progresismo, la ciencia y la eficiencia económica.