En sus peores momentos, uno duda de si, sobre la mesa en la que juran o prometen sus cargos los ministros, no están de más los ministros... pero sólo en mis peores momentos. Dice Jáuregui que no hay que hacer una ley para quitar el crucifijo: ¡Pero príncipe, si no es necesario! Basta con que así lo decida en el anfitrión, Juan Carlos I, monarca que con mucho gusto atenderá una sugerencia de un hombre como Zapatero un hombre honesto, que sabe muy bien lo que se hace (la segunda parte de las declaraciones regias constituye una verdad como un templo, como un templo laico).
Jáuregui, ya lanzado, aseguró que la laicidad debe ir al ritmo de los cambios sociales. Esta es muy buena y rebela la profundidad intelectual de nuestros progres. Pertinaz en el error, ha vuelto a repetir la misma idea durante la mañana del miércoles. Al parecer, el PSOE quiere ir con los tiempos, y los tiempos, más bien el príncipe de la laicidad, asegura que en España sigue habiendo gente que sale a procesionar, el PSOE arreará mandobles laicos pero pasito a pasito. Eso es como decir que el Gobierno sólo luchará, pasito a pasito, contra la violencia de género, dado que por el elevado número de víctimas, todo indica que en España todavía hay tíos -y tías- muy raros que continúan degollando a su señora. Si se trata de ir al paso de los tiempos, no se deben interponer medidas duras con maltratadores-as. Si el ritmo de los tiempos consiste en degollar a la parienta, se impone pasos preventivos, campañas de concienciación y cosas así.
El arte de la política no consiste en acomodarse al ritmo de los tiempos, sino al ritmo de las convicciones, intentando promocionar las mejores tendencias y reprimiendo las nocivas.
Con todo, lo más simpático de la andanada de Llamazares y la respuesta tontaina de Jáuregui -del crucifijo ese que sobra- es que para la religión católica lo de más es que se jure, lo de menos dónde y ante qué objeto se jura.
Pero como Dios tiene un gran sentido del humor, seguramente recordará quién prohibió el juramento, ante la Biblia, ante el crucifijo, ante al Constitución y ante el Chiquilicuatre, al grito de Sea vuestro sí, sea vuestro no.
Eulogio López
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