Leía hace unos días en el diario del Vaticano la propuesta de que al feto "se le vuelva a llamar niño".
Y es que l'Osservatore Romano publicó, el pasado mes de junio, un artículo en el que proponía denominar con la palabra niño al feto, ya que "en el nombre que damos está el juicio que tenemos" de las cosas.
El artículo, firmado por Bellieni, sostiene que la distinción "neta" entre las palabras niño, que normalmente sólo se utiliza para denominar al hijo nacido, y feto, que se restringe a la fase anterior al parto, es reciente. Así, explica que, en realidad, con el nacimiento, lo que cambia es "bien poco". "Entra aire en los pulmones, se cierran los pequeños circuitos en el corazón, se separa la placenta", añadía.
Sin embargo, "la luz ya se filtraba en parte a través del útero estirado, el niño veía luz dentro del útero, ya oía sonidos, ya se chupaba el pulgar, ya tenía hipo, ya tenía un corazón que funcionaba a la perfección, un cerebro que elaboraba sensaciones e incluso soñaba y sentía el dolor", afirmaba Bellieni.
Según el articulista, la utilización generalizada de la palabra feto es "estigmatizante" y sirve para hablar del mismo niño como si fuera "dos entidades distintas" en función del momento en que se encuentra, antes y después del parto.
Valentín Abelenda Carrillo