Hace algunos meses que surgieron algunas protestas por el movimiento SlutWalk surgido a raíz de las declaraciones que hizo el policía canadiense Michael Sanguinetti en la Universidad de Derecho de York, en Toronto: "La mejor forma de prevenir un asalto sexual es evitar vestirse como una fulana".
No es que yo esté de acuerdo con estas declaraciones que están totalmente fuera de lugar, ya que la misión de un policía es mantener el orden público. Sin embargo es lógico pensar que vistiendo de forma similar a una prostituta una mujer se pone en peligro de atraer a hombres que demandan esa actividad.
Pues, no es lo mismo acudir en traje de baño a una piscina que ir con la misma prenda a la facultad, por ejemplo una falda de tenis no tiene nada impúdico en una pista, pero puede serlo en una oficina. La falta de pudor en el vestido lleva a la despersonalización.
El arte de saber vestir tiene como finalidad, aunque parcialmente, la de poner en moderado realce la belleza del cuerpo humano, obra maestra de la creación divina, pero de modo que no quede ofuscado, sino que, al contrario, sea exaltado...
Se trata de un arte estrechamente relacionado con lo más íntimo de la persona, por lo que ha tener en cuenta los valores fundamentales que le confieren la dignidad de que goza; de otra manera dejaría de ser arte y de estar al servicio de la persona.
Es conocido el adagio popular que afirma que la cara es el espejo del alma. Y todos, al ver por primera vez a una persona, formamos instintivamente un primer concepto de su personalidad a través de su aspecto externo.
Vestimos, no sólo para protegernos del frío, vestimos para expresarnos. ¡Por la ropa y por la actitud nos identificamos!
Hace unas semanas tenía encendida la televisión, no recuerdo el programa ni el canal, pero sí que me quedé con el mensaje. Era una pasarela de chicas jóvenes y solo pude escuchar las declaraciones de una de ellas: "nuestro empeño es procurar estar guapas por fuera y por dentro".
Carmen Ramírez