Por citar a alguno de los personajes políticos o famosos que han venido a nuestro país recientemente, sólo me voy a referir a la visita que el pasado agosto hizo la esposa de Barack Obama a Andalucía, (por ejemplo).
Había gente que le agradaría verla, fueron muchas las que se agolpaban a las calles por donde pasaba, sin embargo a otros les importaría un bledo. Pero bien, hay que tener un respeto a las personas, no porque no les caiga bien o porque no sientan interés alguno, tengan que pasar al insulto o a la blasfemia del personaje en cuestión.
No recuerdo que cuando ha venido ningún jefe de Estado se haya creado ese movimiento tan en contra como lo están haciendo con la visita del Papa a Barcelona y Santiago de Compostela.
Pero a pesar de todos los pesares, las grandes cifras de audiencia estimada y la cantidad de gente que va a seguir de una u otra manera el Viaje de Benedicto XVI son tan importantes que causan vértigo.
Lo son porque detrás de las cifras hay personas cuyo corazón puede ser tocado por lo que el Papa viene a decirnos y porque significa que, por mucho que algunos se empeñen en afirmar lo contrario, la fe cristiana y la Iglesia católica siguen siendo muy relevantes en nuestra sociedad.
Y ahí queda el manifiesto firmado por 36 personalidades catalanas, en el que dan la bienvenida al Papa agradeciéndoles su desplazamiento para dedicar la Sagrada Familia, uno de los edificios más emblemáticos de Barcelona y una de las grandes maravillas artísticas del mundo cristiano. Al mismo tiempo, el manifiesto subraya la raíz cristiana de la tierra catalana, que ha servido para que a lo largo de los siglos la Iglesia en Cataluña haya creado cultura y la cultura haya configurado la Iglesia.
Así que los que no quieran ir que no vayan, muy libres son, faltaría más, ¿pero por qué se ponen tan nerviosos algunos?
Pilar Mariscal