Las batallas culturales, sociales o políticas no se ganan por las causas, sino por las consecuencias. Al final, el público emite un veredicto según las consecuencias de cada cuestión, por lo que los contendientes deben reparar muy mucho en lo que hacen.

Dicho de otra forma, el imperio de la muerte, que ha vencido por goleada en la batalla del aborto, el gran asesinato en masa de finales del siglo XX y principios del siglo XXI, se ha dado cuenta de que dejó una puerta sin cerrar: las consecuencias del aborto, no para el niño, que parecen bastante claras, sino para la madre. En definitiva, hasta hace pocos años no se hablaba de síndrome post-aborto. Ahora, tras años de silencio doloso sobre el tema, resulta que el aborto sí tenía consecuencias.

Viene todo esto a cuento de la algarada armada por el diario El País y la Cadena SER para atacar a la Asociación www.nomassilencio.com, que recibe un patrocinio del Gobierno autónomo madrileño. Fíjense, qué curioso: El País no tiene nada que decir ante el hecho de que el Gobierno regional, y en especial el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, financien la píldora post-coital entre los adolescentes a escondidas de sus padres, pero sí se ponen muy nerviosos si alguien pretende que una mujer que ha cometido el crimen del aborto, y que por tanto ha quedado moralmente destrozada, se recupere de su postración. Para ello, nomassilencio.com utiliza medios psíquicos y espirituales. La fundadora de esta asociación, Pilar Gutiérrez, psicóloga y cristiana, no sé si por ese orden, considera, como tantos otros psicólogos y psiquiatras, que no hay terapia psíquica más profunda que la confesión sacramental, por la sencilla razón de que se combinan los dos elementos claves para una correcta recuperación psíquica: arrepentimiento y perdón. Y sólo hay alguien que puede perdonar la muerte: el señor de la vida.

¿Qué esa terapia no sirve para los ateos? Bueno, ahí se hace necesario recordar algo permanentemente olvidado: Dios existe o no existe, independientemente de que el hombre crea o no crea en él.

Pero, naturalmente, El País no puede permitir esto. Es anticonstitucional, no sé si me entienden. Y, en cualquier caso, es gravísimo. Volvemos a la eterna discusión entre dinero católico y dinero laico. El Estado no me pregunta por mis creencias cuando pago los impuestos. Simplemente toma el dinero y corre. Sin embargo, cuando un cristiano solicita parte de ese dinero para una tarea solidaria, entonces se reviste de dignísimo espíritu laico y lanza a El País en pos de esos creyentes que solicitan subvenciones para ayudar a los demás de forma confesional. Y claro, eso no puede ser.

Pero también les fastidia que el aborto cause víctimas entre las mujeres que abortan. Víctimas de la tristeza y la desesperación, naturalmente. Porque si provoca víctimas, a lo mejor resulta que no es tan bueno. Solución: no hay que acabar con el síndrome post-aborto: hay que acabar con quienes intentan que esas mujeres (77.000 mujeres abortaron en España durante 2002) lo superen. No sé si me siguen.

Al final, corremos el riesgo de que una generación de mujeres, y también de hombres, aunque estos intenten escurrir el bulto porque no han llevado a su hijo asesinado dentro de sí, acabe tarada. Millones de mujeres presas de su propia desolación, con amargura creciente y desequilibrios emocionales insuperables.

Pero a El País no le gusta, miren por dónde. Así que lo mejor es escribir al consejero de Educación de la Comunidad de Madrid, Luis Peral, para exigir que se mantenga esa subvención, por lo demás mínima. Por ejemplo, puede enviarse a www.madrid.org. Porque los buenos necesitan verse arropados y porque ya está bien de cachondeo, Lionel.

El País y la SER se dedicaron el pasado fin de semana a la cuestión, se supone que para santificar la fiesta. No está mal responder en día laborable, en defensa de la única asociación española que se dedica a recuperar para una vida digna a quien ha provocado la muerte. O sea, no-más-coñas-punto-com, página, por cierto, ni creada ni patrocinada por ningún estamento público. Supongo que se habrá intentado, pero la ñ lo impide.

Eulogio López