Sr. Director:

Ahora que está tan de moda recurrir a la memoria, se debe reconocer que la colectiva es bastante frágil. Muchos ciudadanos volvieron a votar al partido socialista pensando en una opción de centro, pero es evidente que se trata de un partido de extremos. Claro que todo gobierno, en un primer momento, tiene la obligación de contactar con el impresentable que nos asesina, aunque sólo sea para tantearle y enseñarle los dientes. Como pudiera ocurrir con un atracador de banco, sin olvidar que se trata de un delincuente. Paro si no salen bien esas primeras conversaciones, ni se puede montar un GAL ni se pueden buscar alianzas con los asesinos.

Los dirigentes del partido socialista han perdido el norte. No sé si alguna vez podré volver a votarles. Fuimos capaces de olvidar el dinero que nos robaron de las arcas del Estado y de la Comunidad Foral de Navarra, pero lo que ahora se han propuesto es robarnos el alma. España es lo que es después de haber atravesado una densa historia que ahora es omitida por las generaciones que nos gobiernan y desconocida por los más jóvenes. No se puede menospreciar la vida y la muerte de quienes nos han precedido en la historia.

Nos roban el alma cuando se desprecia la dignidad de las víctimas y se ensalza la de los asesinos. Nos roban el alma cuando se humilla la dignidad colectiva hablando de decisiones difíciles de entender y, al parecer, no muy acordes con la ley. Nos roban el alma cuando, por no entender la identidad de los navarros, se negocia con un pueblo, con su historia, con sus sentimientos, con sus víctimas, con su pasado y con su futuro. Otegui lo ha vuelto a recordar en Pamplona, sin Navarra no hay solución posible. Aunque el gobierno socialista esté avalado por unas elecciones democráticas no tiene legitimidad para violar a los ciudadanos con decisiones extremas. Los bienes espirituales son mucho más difíciles de recuperar que los materiales. El señor Zapatero, robándonos el alma, nos va a dejar una herida difícil de sanar.

María M. López Sepúlveda

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