En los últimos días hemos apreciado que España está bajo vigilancia. Inversores, mercados y organismos internacionales no sólo miran con lupa todas y cada una de las medidas que adopta o anuncia el Gobierno español, sino que analizan cualquier declaración o incluso detalle que pueda interpretarse como una relajación en el ajuste fiscal prometido.
Hemos observado como un solo gesto del presidente ha bastado para que la confianza en la deuda soberana se haya derrumbado como un castillo de naipes.
Fue suficiente que Zapatero anunciara un inconcreto alivio en el recorte de la obra pública para que se disparara la prima de riesgo. El equipo económico se ha empleado a fondo en los últimos días en convencer a los mercados de que reducir el déficit sigue siendo el objetivo primordial. Incluso ayer, advirtió que se tomarán todas las medidas adicionales de ajuste que sean necesarias. Pero el daño ya está hecho, y una vez más costará recuperar la credibilidad.
El Gobierno debe aprender la lección y cuidar al máximo sus gestos porque la recuperación económica es aún muy débil y son muchos los que incluso vaticinan una recaída en el segundo semestre. En este entorno, la confianza en la economía española está aún bajo mínimos y el presidente y todos los miembros de su Ejecutivo deben ahorrarse cualquier gesto o tentación electoralista, que le podría ganar simpatías dentro de nuestras fronteras, pero que le puede costar muy caro a una economía vigilada. ZP no puede seguir queriendo contentar a todos, ahora sólo le queda gobernar o marcharse.
José Morales Martín