Durante la mañana del martes, Josu Erkoreka, portavoz parlamentario del PNV en Madrid, volvía a insistir: están dispuestos a un pacto para asegurar a estabilidad en Euskadi y en Madrid. En otras palabras, apoyarían a Zapatero en el Congreso y a Patxi López en el Parlamento vasco. De este modo, el PP quedaría arrinconado en Euskadi y, aunque los peneuvistas no recuperarían la Presidencia regional volverían a tener visibilidad.
El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, se opone a ello. No cree que este sea el momento, porque sospecha que su jefe de filas, ZP, puede volver a sentir la tentación de negociar con ETA. A fin de cuentas, el PNV no es pro-etarra pero sí partidario de que el final de la violencia llegue a través de un pacto, no de la victoria de la democracia sobre los asesinos, que para ellos no deja de parecerse a una victoria de España sobre Euskadi.
Rubalcaba sabe que a ZP le encanta el social-nacionalismo, la alianza con los nacionalistas de cualquier signo, que es la mejor manera de aislar al PP. No pudo evitar el pacto PSE-PP en Euskadi porque, la igual que Montilla en Cataluña, Patxi López quería ser lehendakari, pero preferiría que ese acuerdo fuera una paréntesis sin repetición posible. Para él, librarse del PP mediante un acuerdo con un PNV dispuesto a aceptar al lehendakari López. Sería una gozada.