"Si uno de los dos (cónyuges) desea con deseo concupiscente al otro ya no puede darse un matrimonio casto. Si no logra meter al cónyuge en su rueda será un calvario de sinsabores, uno detrás de otro.
Si los dos buscan la concupiscencia será una relación de dominio tras dominio, hasta que el inicial amor muere, para convertirse en odio y persecución. En procurar mal tras mal.
Y en la época postrera, donde no queda nada de sexual en su vida: asco del amor, hastío y desesperación de la vida en general. Imposibilidad de acercarse con verdad a Dios".
Son revelaciones de Cristo a la madrileña Marga, a la que ya me he referido en otras ocasiones. Y es que el problema del matrimonio actual es que no entendemos qué es el amor erótico y qué es el sexo.
El sexo sólo es "la puerta de entrada al matrimonio", aseguraba Chesterton. Y Juan Pablo II lo resumía en una de sus frases más contundentes: amar es lo contrario de utilizar. Y mientras no entendamos esto no entenderemos nada. Y a la contra: entendido esto lo comprendemos todo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com