La industria, de la que ya no vivimos, debería estar entre las prioridades de la política económica española. Los dicen todos, hasta el CES, que no se moja mucho, en general.
El peso en el PIB del sector servicios, y especialmente del turismo, con relación a la industria, es una de nuestras debilidades. Y se ha visto con claridad -o se sigue viendo-, entre otras cuestiones, durante la crisis de la que todavía no hemos salido.
España encaja mucho peor que otros países de nuestro entorno el viento en contra.El objetivo europeo es que la industria manufacturera represente el 20% del PIB dentro de seis años. Ahora está en el 16% y el turismo en el 11%. Habrá que ponerse las pilas.
Es cierto que la crisis económica ha puesto en valor, entre otras cosas, la necesidad de cambiar nuestro modelo económico para que la industria recupere el pulso y tenga un peso mayor del que tiene en el PIB. No es la única realidad que ha destapado la crisis, también es cierto. Aparecen además en ese pódium otras 'menudencias' como la ausencia de ética en las finanzas o en los negocios, el despilfarro en las cuentas públicas, problemas de corrupción política, una Administración del Estado sobredimensionada o desaciertos en la política fiscal.
Pero esto va de la industria y del peso que debería tener en el PIB si queremos alcanzar el objetivo europeo del 20%. A pesar de la fortaleza de la industria del automóvil o de 'grandes hazañas' como la de Inditex, la realidad de los últimos 60 años nos muestra una curva descendente de ese porcentaje de actividad sobre PIB, que alcanzó el 39% de los años 70 y hoy está en torno al 16%, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE). Pero la cosa si agrava si aplicamos los datos de Eurostat, la oficina estadística europea, que no incorpora la energía en el capítulo de la industria: el 16% retrocede al 13%, frente al 18% de media en Europa.
El problema, por tanto, está, no sólo en la terciarización de la economía, sino en que no nos terminamos de creer que no podemos vivir sin la industria. Los resultados están a la vista y el más dramático es que la tasa de paro supera el 25%. Vivir sin la industria quiere decir eso: decir adiós a la base más firme para crear empleo. Algún malicioso me contestará que ya los crea el sector servicios. Por eso hay que contestar que es la industria, fundamentalmente, la que sostiene las exportaciones de un país y la que anima las actividades de investigación y desarrollo (I D). Eso sólo se consigue con un sólido tejido industrial.
Es lógico, por ese motivo, que el Consejo Económico y Social (CES), que preside Marcos Peña, reclame medidas que nos permitan alcanzar el objetivo europeo de que la industria manufacturera represente el 20% del PIB dentro de seis años. Ahora está en el 16%. Lo plantea en su Memoria Socioeconómica y Laboral de 2013. El CES apunta, en concreto, a la prioridad de una política industrial que debería articularse en medidas urgentes en ámbitos como la regulación, los costes energéticos, la formación, la internacionalización, la I D i o las pymes. Pero eso es otro modelo productivo y el CES, aparte de una filosofía evidente, no se atreve ni a pronosticar cuáles son los sectores de futuro, aunque se refiere de algún modo al protagonismo que seguirán teniendo las pequeñas y medianas empresas. Las pymes son las que levantan un país, no las grandes corporaciones, que cuando tienen un buen tamaño se van con el carro a otra parte o se deslocalizan.
Es ahí donde debe jugar la política económica. Todo ha cambiado desde los años 70, cuando sí vivíamos de la industria. Entonces dominaba la industria pesada de bajo valor añadido, despreocupada del uso de la energía -hoy clave- y con un destino claro para sus ventas: el propio mercado español. La situación actual no tiene nada que ver, pero seguimos con los mismos pelos. Habrá que avivar el ingenio, entonces, para buscar nuevos mercados, ser más competitivos -lo que exige apostar en serio por la innovación y ensayar nuevos modelos productivos- y repensar mejor lo que puede vender a Europa y al resto del mundo. Pero sin perder de vista que en economía "lo pequeño -como decía E. F. Schumacher- es hermoso"; es decir, teniendo en cuenta sobre todo a las pymes.
Mariano Tomás
mariano@hispanidad.com