Sr. Director:
Por fin Obama se ha declarado oficialmente a favor de legalizar el matrimonio gay.

 

Obama justifica su toma de postura por convencimiento personal, al que ha llegado en virtud de nuevas experiencias. Como dijo en la entrevista, sus dos hijas (de 13 y casi 11 años) tienen amigos y compañeros que viven en hogares de parejas homosexuales. A ellas "no les entraría en la cabeza que los padres de sus amigos recibieran un trato diferente". Esto, añadió, "es una de esas cosas que provocan un cambio de perspectiva". Él no veía cómo "explicar a tus hijos por qué alguien tendría que ser tratado de modo distinto, a los ojos de la ley".

Sin embargo, quizá haya padres capaces de explicar a sus hijos que todas las personas tienen los mismos derechos fundamentales y que el matrimonio no es lo mismo que una relación homosexual.

Que no es arbitrario tratar en la ley de distinta manera las uniones de dos personas que pueden tener hijos comunes y las de otras que solo pueden adoptar un niño de una de ellas o de terceros. Que ante el Estado, cada uno puede hacer privadamente lo que quiera, mientras no sea delito, y por eso no se debe dar estatuto público a la orientación sexual.

Las razones de Obama repiten la mentira del igualitarismo facilón que confunde el respeto a las personas con la sanción legal de las opciones. Al final, la única igualdad que se logra es la de los deseos, porque en la realidad no se suprimen las diferencias. Que los homosexuales son ciudadanos como los demás es cosa que nadie niega. Pero la cuestión del matrimonio gay no es sobre la homosexualidad: es sobre el matrimonio.

Jesús Domingo Martínez