El chiste es de los más escuchados en California y dice más o menos así: Para comprobar la inteligencia de los servicios de inteligencia, el presidente de los Estados Unidos suelta un conejo en un bosque cercano a los Ángeles y pide a la CIA, al FBI, y al Departamento de Policía de los Ángeles que lo encuentren.

La CIA interroga a todos los habitantes y llega la conclusión del que el conejo nunca existió. El FBI prende fuego a la mitad del bosque pero como el conejo continúa sin aparecer abre cargos contra él por haber provocado el fuego como maniobra de ocultamiento. La policía de Los Ángeles aparece con un oso con síntomas de haber recibido una paliza y que no deja de repetir: Vale, soy un conejo, soy un conejo.

La verdad es que los servicios de inteligencia no parecen comportarse con mucha inteligencia frente al convulso mundo islámico, pero sus jefes, la Administración Obama, tampoco. Washington va a remolque de los acontecimientos y Bruselas, sencillamente, no va. La OTAN quiere un mandato de la ONU para bombardear a los bombardeos de Gadafi pero Rusia bloquea el mandato y China mira hacia otro lado. Por cierto, ¿qué pasará cuando al Islam prenda en los países amigos de Estados Unidos, más amigos que Egipto, como la repugnante tiranía saudí?

Por lo demás, no se trata de bombardear sino de introducir en el Islam el respeto a otros pensamientos y cosmovisiones -es decir, la libertad religiosa- y de abrir una vía hacia la democracia en una sociedad acostumbrada al autoritarismo que nace del Corán. Por ejemplo, Estados Unidos debería dar prioridad a la eliminación de la ley contra la Blasfemia que reina en Paquistán, que ya ha servido para que los talibanes asesinen, con total impunidad a un político cristiano -el ministro de minorías- al gobernador del Punjab quien protegía a una cristiana amenaza de muerte (Asia Bibi) y que en su día ya supuso el asesinato de Benazir Bhutto.

Mientras no se dé libertad religiosa en el Islam, especialmente frente a los cristianos, no habrá democracia en el mundo árabe. De poco sirve asegurar que el problema no existe, provocar revueltas y luego buscar culpables o propinarle una paliza a alguien -por ejemplo a Gadafi, aunque confieso que ahora mismo, en legítima defensa, puede ser necesario- sino se exige el principio de la libertad religiosa en el mundo islámico.

Aceptada esa libertad, vendrían todos los demás: el respeto a la mujer, la libertad de expresión, la elección de gobernantes en las urnas, etc.

Por el momento, tanto Obama como los líderes europeos están jugando al conejo-oso.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com