Es la reflexión que nos hacemos muchos. La diferencia de esta crisis con la del 29 es que en este caso, no han saltado financieros por las ventanas. Al contrario, han seguido cobrando sus bonus como si la crisis no fuera con ellos. En 2008, año en el que fue necesario recapitalizar el sistema financiero norteamericano, los bonus ascendieron a 18.000 millones de dólares.
El presidente Obama culpa a la industria financiera de Wall Street de su indiferencia, de no parecer ni arrepentidos ni afectados, de no tener remordimiento alguno. Y así es como justifica una nueva regulación que ponga freno a unos riesgos salvajes. Está bien, porque el sistema regulatorio norteamericano es manifiestamente mejorable.
Pero probablemente hay que hacer más cosas. La fundamental, es crear un nuevo ambiente cultural, una cultura financiera que no esté pendiente del último céntimo de dólar, sino de aportar valor y financiación adecuada a los proyectos de inversión viables. Y además, unos incentivos que primen el largo plazo frente a la foto de hoy. Todo un reto el del presidente Obama. Y aquí sí que se juega su futuro y el del sistema tal y como lo conocemos. Y no es extraño que tal y como publica este martes el Washington Post y ABC News, Obama se encuentre por vez primera por debajo del 60% de popularidad.