El hombre nace con una querencia incontrolable hacia la libertad, de la misma manera que nace pudoroso, y ambos fenómenos forman parte de la ley natural, es decir, de la naturaleza humana. Dicha querencia -que los conservadores califican de caos cuando no es más que el comienzo de la racionalidad- es tan intensa que sólo puede ser asfixiada en miedo. Sólo cuando el hombre siente miedo, especialmente el pánico telúrico de la confusión sobre su origen y su destino, se muestra dispuesto a vender su libertad a cambio de protección. Pero Dios es el único poder que ofrece protección a cambio de abandono sin exigir la renuncia al ser libre, quizás con la sofisticada excusa de haberlo creado.
Por contra, el aspirante a tirano, a tirano inteligente, sabe que para imponer su voluntad a los mencionados seres nacidos libres es menester que sientan terror, obligarles a buscar refugios, búsqueda que, como todas las prevenciones, no provocan otro efecto que el de acrecer el miedo. Por eso, Barack Obama, aprendiz de tirano democrático, pide en Naciones Unidas un pacto mundial contra el calentamiento global.
El famoso calefactor telúrico es el típico pánico muy aprovechable por cualquier dictador: es cósmico al tiempo que indefinible y se apoya en cálculos demasiado amplios como para ser contrastados. Ni tan siquiera sabemos si el famoso calentón será bueno o malo para el planeta, ni tan siquiera sabemos si será o si es. Es igual, la gente siente miedo y por eso Obama se pertrecha contra el enemigo invisible mientras Zapatero aprovecha su presencia en Naciones Unidas para pedir más impuestos -le ha cogido el gusto, el chaval- un nuevo 0,7% para combatir el muy climático cambio. No se le ha ocurrido una tasa Tobin es decir, un gravamen contra la especulación, sino meternos la mano en el bolsillo.
Y lo mismo ocurre con la coña de la gripe porcina. Si mañana la Organización Mundial de la Salud saliera con la científica novedad de que la gripe A sólo se combate caminando por la calle como los cuadrúpedos, con las manos en la tierra, no duden que todos compartiríamos con nuestros perros idéntico punto de vista.
Cualquier tirano impondrá cualquier tiranada con tal de que lo haga, previa inyección de pánico, en nombre de nuestra salud o de nuestra seguridad.
El rey del siglo XXI será aquel que sepa encontrar el consenso, aquella proposición (idea-fuerza, que dirían nuestros amigos gringos) dispuesta a ser aceptada a priori -previa inoculación de temor- por la sociedad. Nunca como ahora se ha hecho realidad la afirmación de Ortega y Gasset de que la opinión pública siempre manda, en las democracias y en las dictaduras (no hablo de la democracia formal porque ésta ha nacido con el siglo XXI y el ilustre sociólogo ya estaba criando malvas.
No es una conspiración porque el tiempo de las conspiraciones ha pasado, y porque la saturación informativa ha llevado a la conclusión de que la única forma de esconder un elefante en la Quinta Avenida es llenar la Quinta Avenida de elefantes. Pero la táctica no varía: insuflar temor y os cederán su libertad. Vito Corleone era un especialista en la materia. Gore y Obama, también.
Eulogio López
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