Algunos de ustedes no lo creerán, porque los españoles conocemos a ZP y no podemos creer que el primer negro -perdón, afroamericano- presidente de los Estados Unidos pueda situarse justamente ahí.
Pero sí: leo a uno de los grandes analistas norteamericanos alabar al presidente entrante por su empeño en conseguir la unidad de los Estados Unidos. Es el discurso de moda en aquel país y lo encarna el hombre de cambio: Obama recibe a su antiguo competidor John McCain, el mayor fracaso del Partido Republicano durante las últimas décadas, a quien quiere convertir en enlace republicano con el poder demócrata. Natural, es la manera de mantener a un McCain como cabeza de la oposición. Con esa oposición los demócratas pueden mantenerse en la Casa Blanca y en el Capitolio por décadas. Pero para los sesudos analistas de Washington Post y de New York Times -verbigracia, David S. Broder-, es una prueba inequívoca de que Obama es todo un estadista: busca la unidad de todos los norteamericanos.
De puertas adentro, ídem. Obama es el hombre que quiere colocar a su opositora, Hillary Clinton, como secretaria de Estado. Todo sea por la unidad, la unidad del partido, la unidad del legislativo, la unidad del país... bajo la égida de Obama, claro está.
Y no sólo eso, mantendrá al frente del Pentágono -secretario de Defensa- al republicano Robert Gates, el que ha dirigido la invasión de Irak durante los últimos dos años, esa guerra que tanto gustaba a Obama.
La frase que resume esta maravilla también la he visto negro sobre blanco, frase de moda en USA: Obama quiere superar el bipartidismo. ¿Qué significa esto? Pues significa que Obama quiere cargarse la democracia. ¿Acaso no son ya dos partidos (bueno, muchos más, pero ni se conocen) los que controlan la política norteamericana? Obama está haciendo, y me temo que es lo que pretende, la superación de la democracia, por la supresión de la alternancia. Trazos de esta ideología totalitaria ya se pergeñaron durante el último cuarto de siglo en la economía, verdadero campo de pruebas de la política: ¿Se acuerdan de la única política económica posible de Felipe González. Pues Obama ya dice exactamente lo mismo.
Es el sueño de cualquier autócrata que pretenda mantenerse en el poder el mayor tiempo posible: que las masas lleguen, por consenso, y bajo el conjuro de la unidad, a la única unidad peligrosa. La del pensamiento único y, de su mano, al poder único y totalitario.
Lo más curioso es que Obama pretende esta superación del bipartidismo en Estados unidos, precisamente el país donde no existe disciplina de voto -una de sus glorias democráticas- y donde las verdaderas elecciones políticas, la gran pugna ideológica, se produce en el interior de los partidos políticos, en las Primarias, más que en las Presidenciales. Si algún país no necesita de esa unidad que proclama el nuevo presidente es aquel donde, al revés que sucede en la decadente Europa, no existe disciplina de voto, no existe partitocracia, y un congresista o un senador puede votar en conciencia, contra las exigencias de su jefe de filas, sin que por eso entierre si vida política.
Obama representa todo un peligro para la democracia. No es que pretenda acabar con el sistema político vigente, lo que pretende acabar con la alteridad, con la libertad de elección y, a la postre, con la libertad.
Por qué si superamos el bipartidismo, ¿entre quiénes vamos a elegir? Es lo mismo que ocurre en la esfera moral como el relativismo: si nada es verdad ni nada es mentira, si no es posible elegir entre el bien y el mal, porque ambos se confunden, ¿qué libertad nos queda?
En este sentido, y me temo que en otros muchos, el alabado Obama no es más que un liberticida.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com