Ocurrió durante una misa matutina, en una de las iglesias más concurridas de Madrid. En día laborable, a esa hora suele estar lleno de profesionales, hombres y mujeres, y no habría menos de 100 fieles presentes.
La gente de misa diaria suele acudir a comulgar y llegado el momento de repartir la comunión el sacerdote solicita alguien que le ayude. Tardó varios segundos en esperar una reacción pero ninguno de los asistentes se atrevió a ello y, al final, tuvo que repartir el Santísimo en solitario.
E hicieron muy bien. El que hizo mal fue el sacerdote. Si creyéramos que en las especies de pan y vino se convierten en Dios Creador no se producirían estas… peticiones.
"Estoy a punto de abandonaros en la presencia eucarística. Esas misas que celebráis, sin creer y cambiando los cánones, no tendrán validez. Algunas no la tienen ya. Mis sacerdotes ya no emplean mis palabas porque no creen en mí".
Sobran más comentarios.
Eulogio López
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