Sr. Director:
Hay palabras que se van dejando de usar poco a poco no porque sean inútiles ni anticuadas.

 

Se van olvidando porque no vivimos lo que significan. Una de ellas es gratitud, virtud humana que es como un termómetro que marca como vivimos nuestra relación con los demás. El agradecimiento tendemos a dejarlo para cosas o favores muy importantes. Ante esos favores brota de nuestros labios el dicho popular es de bien nacido ser agradecidos.

Y, es verdad, pero la gratitud es más que todo eso, la gratitud es una forma extraordinariamente eficaz y hermosa de relacionarnos con los demás en todos los ámbitos del trato humano y en las cosas pequeñas. El agradecimiento cuando es de corazón revela la calidad del ser humano. La persona pagada de sí misma no suele ser agradecida porque piensa que todo le es debido. Es la que no sabe dar las gracias con una sonrisa, la que olvida el servicio que le han prestado y nunca tiene un recuerdo agradecido hacía esa persona que le ha resuelto su pequeño problema.

Si nos fijamos todos nuestros días están llenos de pequeños servicios que nos hacemos unos a otros, pero a los que muchas veces les falta la sal de la gratitud que debe llevar en sus componentes alegría y espíritu de servicio. Cuesta un poco añadir estos ingredientes a los favores que hacemos porque supone un esfuerzo, pero es mucho el bien que se hace, porque se crea un mejor ambiente y unas relaciones más cordiales (frase de Fdez. Carvajal).

La gratitud amortigua el egoísmo que todos llevamos dentro y nos debe hacer pensar que esa actitud positiva debe empezar por los nuestros, en nuestro hogar. No podemos ser esa clase de personas agradables en la calle y luego insoportables en la intimidad. La gratitud aunque sea en cosas muy pequeñas vuelvo a decir que es de corazones grandes a lo sencillo, sin darse importancia.

Piedad Sánchez de la Fuente