Cuando Miguel Sebastián llegó a Industria sólo le dieron una instrucción: que mantuviera a Francisco Ros como secretario de Estado de Telecomunicaciones.
Sebastián obedeció aunque siempre ha sospechado que era la presión de Telefónica y, lo que le gustaba menos, de PRISA, quien convertía en intocable a Ros.
Sin embargo, PRISA ya no es lo que era y Sebastián nunca ha confiado demasiado en quien él no ha nombrado. En tiempo de tribulación no hace mudanza, pero lo cierto es que Ros comienza a situarse en línea de salida del Ministerio.