Los parlamentarios asistentes a la Comisión de Investigación del 11-M estaban suficientemente asombrados con que el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, no supiera de la furgoneta de Alcalá hasta la mañana del jueves 15. Con los ojos como platos sufrieron el apagón eléctrico y tras él, la entrada de una persona en la Comisión que al grito "¡ha sido un atentado!" sembró el pánico.

 

En los primeros momentos se manejó la hipótesis de que hubieran sido dos las explosiones en centrales eléctricas. En tal caso, no se trataría de un fallo técnico, sino de un probable atentado. Y todo ello en medio de una Comisión que investigaba los pormenores de los atentados del 11 de marzo. Un caldo de cultivo perfecto para que se sembrara el pánico. Parlamentarios y periodistas volvieron a revivir las terribles horas de la mañana del 11-M. Unos se agarraron al móvil. Los otros corrieron al lugar de los hechos para informar sobre lo ocurrido.

 

Afortunadamente sólo se trató de un problema técnico. Pero todo el mundo se temió lo peor. Las espectaculares llamas ayudaron a sembrar el terror. Pero lo más llamativo es que no hemos avanzado demasiado en materia de seguridad y que la comisión del 11-M sólo está ayudando a sembrar la discordia política en medio del cansancio ciudadano.