Juan Pablo II vivió la invasión nazi y el holocausto, luego la invasión soviética. Benedicto XVI sufrió la Alemania que transigía ante el nazismo y que luego sería dividida por los comunistas. Por su parte, Jorge Mario Bergoglio experimentó la Argentina cruel de los años setenta y ochenta, dividida entre militares bestiales de derechas y guerrilleros igualmente bestiales de izquierda, animados por ese invento nefando y estúpido que fue la Teología de la Liberación.
Al jesuita Bergoglio le tocó encauzar a los clérigos montoneros de la Compañía y, al mismo tiempo, defender a los clérigos revolucionarios de la Compañía perseguidos por la dictadura militar argentina. Pocos años llevaba Wojtyla a Ratzinger y pocos Ratzinger a Bergoglio pero los suficientes para combar la línea papal hacia el siglo XXI.
Conozco a Armando Rubén Puente, un periodista argentino que ha trabajado mucho desde que el Papa Francisco fuera elegido.
Lo digo porque la editorial Libros Libres ya ha sacado a la luz un libro sobre el pensamiento del nuevo Pontífice, el primero en castellano, que yo sepa, y que, naturalmente, se titula 'Papa Francisco'.
A mí un obispo que cede su teléfono privado a cualquier sacerdote de su diócesis me cae bien. Y un cardenal que hace sus llamadas directamente, sin el filtro de un secretario, también. Y si, volviendo al Papa del siglo XXI, se ha enfrentado tanto a los golpistas como a los marxistas, mejor que mejor.Pero el libro de Puente es un resumen de las intervenciones de Bergoglio y a un Papa se le reconoce por su mensaje, incluso más que en sus hechos. A los papas les conocemos por su mensaje porque ese es su fruto. La eficacia de la palabra sembrada es algo que depende, como le ocurrió al mismísimo Verbo encarnado, de la libertad del hombre para aceptar o rechazar el mensaje humano o la gracia divina.
Pues bien, uno de los mensajes del Papa Francisco ante de ser Papa, lo vertió en la homilía de la Eucaristía de la Educación (Buenos Aires, 2005). Se refirió el obispo Bergoglio a los "progresismos adolescentes" preciosos concepto que voy a incorporar a mi arsenal anti-progre. Ojo al dato: "Los actuales progresismos adolescentes bloquean todo progreso humano y, en aras de un pretendido progreso pero sin la fuerza de la memoria, la realidad y la visión, configuran totalitarismos de diverso estilo, pero tan crueles como los del siglo XX, totalitarismos conducidos por los democráticos gurúes del pensamiento único".
Oiga, era ésa una sospecha que servidor albergaba desde tiempo atrás. Hay que tener cuidado con ese pensamiento único, verdadera tiranía de las mentes, que no necesita armas para imponerse. Se impone, precisamente en regímenes democráticos donde el único delito penado consiste en contravenir lo políticamente correcto. Y desde la Revolución Francesa, quizás ya desde Descartes, Cristo ha dejado de ser correcto.
El cardenal Jorge María Bergoglio vuelve a la carga un año más tarde, 2006, en su discurso al Cuerpo de Rectores. Esta vez, la crítica al progresismo tiene por escenario, no el claustro, sino el hogar. Se dirige Francisco a los padres y habla sobre otra de las derivadas progres: el 'dialoguismo' social (un término que sólo podía haber inventado un argentino). Ojo al dato. "Los padres han perdido protagonismo en la educación de sus hijos y han pasado a ser espectadores. En gran media por no hacerse cargo de los chicos, ya sea por sus dudas, por desconocimiento o por otros motivos. Aquí también se puede hablar de un desfase de la autoridad hacia el 'dialoguismo' superficial que, en el fondo, evita el encuentro".
Lo que no deja de ser otra forma de explicar el ya famosos episodio de aquel líder radical italiano (sí, una reiteración: si es italiano es radical): "La civilización empezó a desmoronarse cuando dos hombres viajaban en un mismo compartimento de tren y uno de ellos comenzó a hilvanar una ristra de sandeces. El otro pensó que debía corregirle pero decidió no tomarse la molestia de pasar por intolerante o de que le contradijera y siguió leyendo el periódico". Vamos, progresismo en estado puro. Evitemos el encuentro, que siempre acaba en confrontación.
Ahora bien, estos planteamientos del Papa Francisco no parecen corresponderse -¿verdad que no- con la imagen de jesuita progre que pretende el Nuevo Orden Mundial. Para mí que alguien está confundiendo sus deseos con la realidad.
Gracias Armando. Tu esfuerzo ha merecido la pena.
Eulogio López
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