Ahora mismo, el miedo de los gestores económicos es al paro inmigrante. La migración ha resultado estupenda para la economía española, pues los emigrantes, especialmente de origen hispano, han cubierto las ocupaciones que despreciaban los españoles, entre ellas las de cuidar de los viejos españoles y la del servicio doméstico. Por cierto: el día en que al Gobierno ZP le venga en gana reducir las cotizaciones del servicio doméstico y situarlas en niveles lógicos, y no prohibitivos y un poco absurdos, como los actuales, terminaremos con mucha economía sumergida y aclararemos un sector cada vez más importante por dos razones: la gente se niega a morirse -¡Cuánta insolidaridad!- y muchas mujeres anteponen su carrera laboral a la maternidad, lo que abre el camino a la ayuda doméstica externa.

El caso es que hay preocupación: si la economía española reduce su crecimiento, ¿qué va a pasar con la bolsa de paro que se va a crear entre el colectivo residente? Porque esos inmigrantes no están dispuestos a volver a su país: muchos de ellos no hacen más que refunfuñar contra el "racismo español" pero no les moverán de aquí -y lo entiendo perfectamente- ni con lija.

No soy pesimista. Trabajar no sólo es ganar un sueldo sino aprender un oficio, como dirían nuestros abuelos. El trabajo es la mejor formación profesional que existe, además de disciplinar a las personas sacarle -con excepciones, las casas de lenocinio- y de estimular su creatividad y un factor económico clave que no figura en las Estadísticas: el trabajador se siente útil, siente que presta un servicio a los demás. Y estos, incluidos los que sólo trabajan por un salario.

La otra cuestión preocupante es la oligocracia. En España, los dirigentes empresariales y los dos partidos mayoritarios. El PSOE y el PP, piensan conjurar la crisis que viene con una idea originalísima: la moderación salarial. La advertencia del Sistema adquiere siempre la apariencia de una píldora amarga: si no moderamos los salarios vamos directamente al desastre. Nunca piden moderación en los beneficios empresariales, ni gobiernan para las empresas, no para los particulares. Y la empresa es algo hermoso y necesario, siempre y cuando constituya un medio para que mejore la calidad de vida de los particulares. De otra forma, la empresa no tiene ninguna razón de ser. 

Porque, insisto: cuando el INE acabe de hacer público que el salario medio español es de 1.300 euros netos al mes (81.608 brutos por una jornada de 40 horas semanales), cuando los beneficios de la sociedades cotizadas en la Bolsa de Madrid crecieron (septiembre 2007-septiembre 2006) un 22,5% y cuando alquilan un piso familiar -en un barrio de clase media- puede salir en los 1.000 euros. Lo de la moderación salarial empieza a sonar a pitorreo.  

Pero es que, además, el fuerte crecimiento de la economía española durante todo lo que llevamos de siglo, se ha pasado en el consumo interno y en la inversión. A lo mejor lo de la moderación salarial es echar gasolina al fuego.

Eulogio López

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