A medida que Mariano Rajoy va obteniendo información sobre el panorama económico sus cabellos están adquiriendo un tono más gris. Sobre todo en lo que respecta a la estrategia a seguir frente a la crisis bancaria que antes no era crisis y ahora sí que lo es, y de grueso calibre. Antes de las elecciones su gente, sobre todo Montoro, había pactado con el sector bancario un banco tóxico que acogiera los activos inmobiliarios fallidos de la banca. Lo adelantó Hispanidad pero Rajoy nos desautorizó al día siguiente, en entrevista con la cadena SER.Pues bien, ahora su gente insiste: habrá banco tóxico. Y ojo, porque la situación contable se deteriora día a día. Morgan Stanley ampliaba -probablemente de forma interesada- el agujero inmobiliario del sector, y el asunto se desmelena por momentos.
Pero hay más. Rajoy dijo en la SER que prefería un nuevo proceso de fusiones. Es más vendible ante el público, al que no le gusta pagar los errores bancarios, pero lo cierto es que es un sistema más caro, dado que los bancos absorbentes exigen mucho dinero público para quedarse con el malo.
En resumen, en la alternativa entre banco malo y ayudas a las fusiones, Mariano Rajoy ha optado... por las dos. Las reformas financieras nos van a salir como torta a precio de pan.
La rendición a los intereses bancarios es absoluta. Tanto es así, que se ha olvidado la propuesta de Cristóbal Montoro de una moratoria de dividendo durante un año, todos al alimón -y con permiso de la libre competencia- para recapitalizar la banca con fondos propios.
Miriam Prat
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