Moncloa predice un barril de petróleo a 100 dólares. Sebastián, el economista que más influye en Zapatero, se impacienta por la inacción de Pedro Solbes ante el subidón del crudo. Pocos en la Administración socialista creen que se pueda cumplir las previsiones de crecimiento
Se lo decía a Hispanidad un hombre de la Asesoría Económica monclovita, que dirige Miguel Sebastián, el personaje que más habla de economía con Rodríguez Zapatero, al menos dos veces por semana: el precio del barril se puede poner a 100 dólares. Sí, han leído bien, a 100 dólares.
Y nos lo comentaba antes de que el presidente venezolano, Hugo Chávez, recordara que no pasa nada por que el barril alcance esos precios. A fin de cuentas, en euros (o pesetas, dado que en aquel momento no existía el euro), 100 dólares por barril es el precio obtenido por el crudo durante la guerra del Golfo.
Ahora bien, la subida del precio del crudo perjudica, desde luego, al consumidor occidental, así como a muchos negocios, especialmente del transporte y de la agricultura. Los grandes consorcios de transportes trasladan a precios el aumento y el consumidor paga. Sin embargo, los altos precios benefician, y grandemente, tanto a las grandes petroleras, especialmente cuando disponen de toda la cadena de producción: extracción, refino y comercialización, como, no lo olvidemos, al Ministerio de Hacienda, el más beneficiado por los impuestos especiales y no especiales que paga el crudo.
Hacienda está feliz recaudando gracias al uso de carburantes, unos impuestos que recoge sin prácticamente bolsas de fraude. Y no olvidemos que todos los Estados medianamente avanzados recaudan mucho más por impuestos indirectos y especiales que por imposición directa.
De la misma forma, es cuando menos discutible otra afirmación que se oye en los medios informativos cada día: la subida del petróleo atenta contra el crecimiento económico. No, contra lo que atenta es contra el consumo y contra el particular. Es cierto que los particulares son la base de ese crecimiento, pero no el único medio de crecer. Lo único que provoca el petróleo es el enriquecimiento de los países productores, generalmente tiranías controladas por sátrapas (recorran el elenco de la OPEP y extraigan sus conclusiones), que utilizan el crudo como forma de enriquecimiento personal y de influencia política en su zona. Sólo hay que pensar en Arabia, Irán, Venezuela, Nigeria, etc, y comparar el nivel de vida de sus pueblos con los de cualquier país europeo ayuno de reservas.
Sin embargo, alguien se ha empeñado en que cada diez dólares que suba el precio del crudo, el crecimiento económico se reducirá en dos décimas. En definitiva, que si el precio del crudo ha pasado de los 35 a los 50 dólares, eso querría decir, que el crecimiento económico europeo se va a amortiguar en tres décimas. Con los cálculos del comisario europeo de Economía, el español Joaquín Almunia, aunque como buen eurócrata, nadie sabe exactamente cómo se llega a esa conclusión y por qué razón se parte de los 35 dólares de barril, cuando el precio de referencia de la OPEP y de la comunidad internacional para el presente año 2004 oscilaba entre los 22 y los 28 dólares barril.
Lo que sí es cierto es que un barril a 100 dólares (y a setenta, y a sesenta) exige una política económica bien distinta. Probablemente, incluso una política keynesiana de oferta, algo por lo que Solbes siente verdadero horror.
Y ahí es donde empieza el baile. La verdad es que ya nadie se cree los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2005. Pedro Solbes, además, volvió a meter la pata (últimamente parece que se le va la mente cuando trata con periodistas) al reducir su propia previsión de crecimiento a entre un 2,3% y un 2,8%. En la mañana del viernes 22, el Ministerio volvía a hacer el ridículo al intentar desmentir esa previsión. Mientras, el comisario Almunia, compañero de fatigas de Solbes, echaba hierro al asunto poniendo en duda las cifras de crecimiento. Y eso cuando en el Congreso aún no han comenzado a discutirse las enmiendas. Y como si se tratara de un gesto más melodramático que aún resalta más la debilidad del vicepresidente, Pedro Solbes se emperró, durante la reunión del Consejo de Ministro del viernes 22, en mantener la previsión del 3% de crecimiento para 2005 y en que el Gobierno así lo hiciera público.
Lo cierto es que Miguel Sebastián se quedó sin Ministerio de Economía, pero sigue mandando, y mucho, en la Administración económica. Y lo cierto es que el secretario de Estado de Hacienda y Presupuesto, Miguel Ángel Fernández Ordóñez (Mafo), considera que Solbes es un hombre poco hábil para las reformas y demasiado tendente a dejar para mañana lo que bien puede afrontar hoy. Tanto Sebastián como Mafo, como el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, están convencidos de que ellos lo hubiera hecho mucho mejor al frente de Economía. Un momento de precios del crudo disparado representa una ocasión ideal o bien para lanzar un plan de infraestructuras adecuado o un plan de vivienda pública intenso, o bien para reducir cuotas sociales, según se opte por una visión socialdemócrata u otra más liberal. Eso sí, en ambos casos a costa de la inflación y de una merma en la calidad de vida de la población.
Y así, mientras se habla de si la responsable de Vivienda, María Antonia Trujillo, o la de Agricultura, Elena Espinosa, o la de Cultura, Carmen Calvo, han presentado la dimisión, lo cierto es que el ministro más débil del actual Ejecutivo Zapatero es, precisamente, el vicepresidente económico, Pedro Solbes.
El Partido Popular ha echado leña al fuego, naturalmente. Así, a mediodía del viernes 22 hurgaba en la herida con un venenoso comunicado en el que se recodaba que las continuas revisiones a la baja de las previsiones de crecimiento reducen la credibilidad del Gobierno, para luego concluir que no es serio que las declaraciones del vicepresidente se maticen unas horas después sin que sepamos al final cuál es la previsión definitiva.
Solbes tranquiliza a los mercados, sí, pero algunos piensan, en Moncloa, que más que tranquilizarlos los amodorra. Desde luego, a Sebastián no parece costarle mucho imaginarse una gestión económica sin Pedro Solbes. Para el vicepresidente, el viernes 22 no ha sido de pasión sino de ridículo. Y el enemigo que más le preocupa no es el que está delante, sino el que tiene al lado.