El primero es el prototipo del viejo rico, que gobierna su territorio como un monarca absoluto y que, sobre todo, considera que el mundo termina allá donde acaban los intereses del Santander. Traducido a la gestión bancaria, esto quiere decir que Botín no está dispuesto a pagar la hipoteca social que todo gran emporio empresarial asume con el conjunto de la sociedad y, pasando de lo mayor a lo menor, que es un gestor moderno, al que no le preocupan los intereses de los clientes y de los trabajadores: sólo los de sus accionistas y, en particular, de aquellos accionistas cualificados que le mantienen en el podio.
Lo de FG es peor: no es un rico viejo sino un nuevo rico que comporta todos los efectos precitados y añade a ellos el instinto asesino de quien nunca se siente seguro en el Trono, por lo que funciona a golpes de paranoia para laminar a cualquiera que pueda hacerle sombra. Los ricos de siempre son prepotentes; los nuevos ricos son prepotentes y paranoicos.
Ahora bien, que a mí me caigan gordos no quiere decir que no hagan bien su trabajo. El BBVA es hoy el banco más rentable de Europa y el Santander podría ser el segundo. Repartan el mérito entre los colaboradores que quieran pero el resultado es el mismo. Por eso, la andanada de Moody's resulta tan miserable. Todo en las agencias de riesgo que califican a países y empresas es injusto pero, en lo referentes a las compañías privadas, hay un factor que obliga a los 'moody's' a proferir majaderías especiales: es la convicción -de ahí su afición a lo que llaman 'rating' legal- a concluir que si un país o una zona del mundo tiene mala prensa, todos sus componentes, particulares y personas jurídicas, están contaminados, por muy brillante que sea su trayectoria. Es como juzgar el honor de un madrileño por la labor del alcalde o juzgar a los 330 millones de norteamericanos según lo que haga su presidente.
El método no es muy científico pero lo peor es que carece de sentido común. Eso sí, es muy efectivo, y por eso, ahora, a Santander y a BBVA les han reducido el riesgo, con todo lo que ello comporta en un mundo controlado por los mercados financieros, que vienen a ser como el recipiente de las miserias humanas, especialmente de la codicia.
Eulogio López
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