Por fin, Durao Barroso no se atrevió. Al parecer, el presidente de la Comisión Europea no tenía los votos necesarios para hacer aprobar a su Colegio de Comisarios. En la mañana del miércoles 27, el portugués no quiso arriesgarse a una derrota y retrocedió : pide semanas para presentar otro equipo.
Todo porque uno de ellos, el italiano Rocco Buttiglione, es cristiano, y claro, eso no puede aceptarse. No olviden las palabras del socialista español Enrique Barón: Hay que respetar toda las creencias pero hay cosas que no se pueden decir. No sé si recuerdan aquella paradoja del humorista (bueno, entonces lo era) Pedro Ruiz, sobre el entonces vicepresidente Alfonso Guerra:
-Alfonso Guerra no dice tonterías: las piensa, pero no las dice.
Pues bien, a partir de Buttiglione, los cristianos, y cualquier otro, podremos pensar, pero no decir: eso es libertinaje. Debemos estar muy agradecidos a la escuela progre, que incluso nos permite pensar, aunque sigo creyendo que lo permite porque no puede evitarlo.
Naturalmente, la cosa va a más. El progresismo está imponiendo en Europa qué es lo que se puede decir y qué no se puede decir. Si dices algo políticamente incorrecto, no puedes ser miembro del Gobierno europeo aunque te avalen todos los méritos democráticos del universo.
Esto no es la Guerra Fría, sino la persecución en frío del Cristianismo, considerado ahora directamente subversivo. Es la reinstauración del sistema planeado por George Orwell en 1984 (debiera haberla titulada 2004), donde el principal objeto del tirano, ahora disfrazado de eurodiputado, consistía en controlar el pensamiento de las personas. Para ello, se utilizaba un arma tan democrática como la transparencia (cámaras hasta en las habitaciones) y la tortura como medio de controlar pensamientos y emociones. Esta segunda parte era más difícil.
No, por el momento, los eurodiputados no han empleado la tortura con Buttiglione. Por ahora, estamos en la persecución fría, se conforman con ridiculizarlo. Por ejemplo, para Radio Nacional de España (RNE), ahora controlada por Zapatero, Rocco Buttiglione se ha convertido en el polémico Buttiglione, acepción repetida una y otra vez por los redactores reconvertidos de la Casa. Quien haya estado de viaje unos días no sabrá por qué don Rocco es polémico, pero a estas alturas tampoco importa mucho. Hasta la elección del insulto polémico revela el espíritu borreguil de lo políticamente correcto : Si se trata de insultar al rebelde, a Buttiglione, no estamos hablando de un canalla, de un violador, de un tirano o de un ladrón. Es algo mucho peor que eso : es polémico, un tipo raro que vaya usted a saber qué ha hecho.
Estamos de vuelta a las catacumbas del silencio, así que la defensa no pasa por tomar las armas, sino por hablar, una y otra vez. Hoy, el mejor consejo para comportarse racionalmente es ser raro, decir rarezas y provocar polémica. El que no consiga ser tildado de polémico es que está domesticado.
Eulogio López