Mi amigo Pedro Aparicio ha vivido un día de furia. Antes de leer esta pequeña nota deben leer su genial artículo, publicado en esa genialidad llamada PrNoticias. Con calma, a ser posible.

Porque el asunto que trata es fundamental. Y lo trata como sólo él sabe hacerlo: al modo de la soflama revolucionaria, género desgraciadamente olvidado desde que todos nos hemos convertido en borregos, en esclavos del sistema. Un borrego es un esclavo que se cree libre. Es un esclavo tonto y culpable.

Yo sólo puedo añadir una constatación y dos sugerencias. La constatación ya la ha dejado clara Aparicio:

Internet es un paraíso de la libertad y el poder siempre es liberticida. Internet, lo he repetido demasiadas veces pero a lo mejor conviene recordarlo, es el reino de lo pequeño, y lo pequeño no sólo es hermoso: es libre. En la Red de redes, un mindundi, como el abajo firmante, puede jugar a ser Polanco, la WWW es territorio pyme, predio de autónomos que prefieren la austeridad con verdad y la soledad con independencia.

En los medios tradicionales -prensa, radio y TV, existe un oligopolio, formado por muy pocos grupos: los medios públicos, PRISA, Mediapro, La Sexta, Unedisa y Vocento. Son los elegidos para la gloria y fuera de ellos no hay salvación. Aportan un espejismo de pluralismo, con sus aportaciones pro o antigubernamentales pero, no se preocupen, nunca son demasiado anti: ni a favor ni en contra del Gobierno, ni a favor ni en contra de la oposición, ni a favor ni en contra de Emilio Botín. Son progresistas de centro derecha o progres de centro-izquierda. Es decir son centro-reformistas, es decir, son nada, una gelatina indefinida pero que proporciona la sensación de que podemos elegir entre distintas opciones.

En radio y TV seguían por el sistema concesional, es decir, que están en manos del Gobierno, que puede concederles o retirarles el canal o la frecuencia de turno a conveniencia.

En la prensa sí hay más pluralismo, ciertamente, pero la prensa vive su agonía. Por tanto, el objetivo es Internet: hay que controlar la red.

Hay un intento, que Aparicio denuncia, de domesticar Internet, de crear otro oligopolio, de la mano de los grandes gurús, que, por pura coincidencia, siempre trabajan según los dos principios de todo buen progresista: invierten el dinero de los demás y en las proximidades del poder, que ellos no califican así, claro está. Prefieren denominarlo moderación. Ninguno de esos medios irritará al poder, se lo aseguro. O, al menos, irritará al PSOE de la mano del PP o viceversa. O cabreará a FG en nombre de Botín o a Botín en nombre de FG. Sus combates están amañados. Y no irritan al poder porque forman parte del poder.

Ahora, en nombre de la propiedad intelectual o de cualquier otra memez, Aparicio denuncia un intento de crear un oligopolio para controlar la red. Los miembros del nuevo oligopolio digital utilizan la misma técnica del oligopolio tradicional de los multimedia, primorosamente resumida en la sentencia del mayor oligopolista que ha conocido España: El silencio no ha matado a nadie. Así respondía Juan Luis Cebrián cuando se le acusaba de silenciar a cualquier intelectual que no fuera del agrado de El País.

A los miembros del oligopolio -a alguno de los cuales cita Aparicio- no sólo les mueve el dinero sino también la vanidad mundana: una reunión en Moncloa, otra con la ministra Sinde, contactos con analistas para planes de negocio, congresos -pagados, naturalmente- donde sólo acuden los elegidos y, sobre todo, ese inconfundible aroma, embriagador, de lo políticamente correcto.

El Gobierno y los periodistas políticamente correctos pretenden domesticar Internet. No lo conseguirán.

¿Cómo distinguir en esta selva lo bueno de lo malo? Sigan esta regla segura: lo bueno, lo verdadero, lo natural, lo auténtico siempre es de tamaño pequeño. Como el ser humano, los portavoces, informadores y comunicadores se malean apenas entran en la adolescencia.

¡Bien por Pedro! ¡Menos mal que existe Internet, territorio pyme!

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com