- El gigante petrolero brasileño vale hoy tres veces menos que en 2008, cuando era la sexta compañía más grande del mundo.
- Los problemas arrancaron en 2006 -con Rousseff ministra-, con la compra por 900 millones de una refinería que costaba 32.
- La extracción de petróleo en lo profundo del mar es extremadamente cara, y a Petrobras no se salen las cuentas.
- El Gobierno utiliza a Petrobras como arma para contener la inflación: vende más barato en el interior el petróleo que compra en el exterior.
- La injerencia política ha provocado que la deuda de la petrolera haya crecido un 64% durante el mandato de Rousseff.
- La inversión extranjera 'huye' en la actualidad, cuando en 2010 ascendía a 6.508 millones de euros.
Petrobras fue no hace muchos, en 2008, la joya de la corona del Gobierno de Brasil. El grupo petrolero, 'aliado' con la española Repsol para numerosos proyectos de extracción, colaboración e intercambio de activos, era considerado como la sexta compañía más grande del mundo. Tenía una valor de 207.320 millones de euros, más que gigante informático Microsoft en ese momento. Seis años después, las cosas son muy distintas. El valor de mercado de Petrobras se ha reducido a un tercio y se ha convertido en motivo de preocupación, tanto para los inversores como para el propio Gobierno de Dilma Russeff. ¿Qué ha ocurrido La corresponsal en Brasil de la BBC, Paula Adamo Idoeta, da algunas de las claves para entenderlo.
La empresa aspiraba a liberar la exploración de los enormes yacimientos de petróleo descubiertos no hace mucho frente a las costas brasileñas. La controversia arranca en 2006, cuando el diario brasileño 'O Estado de S. Paulo' destapa un acuerdo para comprar una refinería de petróleo en EEUU por casi 900 millones de euros. El intríngulis de la operación estaba en que sólo un año antes esa misma refinería había sido comprada por 32 millones de euros. En otras palabras, Petrobras había hecho una malísima operación y el especulador americano una venta de manual.
Se da la circunstancia de que esa compra se realizó cuando Dilma Rousseff era ministra del gabinete de Lula, lo que provocó una crisis política y la apertura de una investigación en el Congreso. La propia Rousseff ha reconocido en marzo de este año que dio su aprobación sobre la base de "información incompleta" de un informe deficiente. Y todo esto ocurre con el horizonte de las elecciones presidenciales de octubre, en las que Rousseff aspira a un segundo mandato.
Son cosas, en fin, que inquietan a los inversores, pero sus preocupaciones están también en la caída en bolsa de las acciones y el peligroso endeudamiento. Veamos.
Al escándalo político se ha sumado que la extracción de petróleo en lo profundo del mar, bajo una capa de sal, está demostrando ser extremadamente cara. Y a Petrobras, claro, no se salen las cuentas. En palabras de Adriano Pires, analista del Centro Brasileño de Infraestructura (CBIE), "más que causar un dolor de cabeza al Gobierno, la empresa ha estado causando un dolor de cabeza a los accionistas". Y no es para menos: las acciones de la compañía, que alcanzaron un valor de 9,4 euros 2009, ahora valen la mitad. Los pequeños accionistas que invirtieron en bolsa hace años -por las expectativas de beneficios suculentos- viven lógicos momentos de incertidumbre.
Otro punto inquietante es la inversión extranjera en el gigante brasileño. También ahí se resiente. En 2010, ese 'grifo' aportaba más de 6.508 millones de euros, pero muchos de esos inversores, a día de hoy, han buscado otro destino para ese dinero.
Paralelamente, la deuda del grupo ha aumentado un 64% durante el mandato de Rousseff. Al cierre del 2013, ascendía a 104.000 millones de euros. Petrobras es actualmente la empresa petrolera más apalancada. En parte, esto es debido, según algunos analistas, a que el Gobierno utiliza la compañía estatal como un freno contra la creciente inflación del país, controlando los precios del combustible. Es uno de los problemas de planificar la economía desde el sector público. En este caso, esa espiral perversa obliga a Petrobras, en un país que consume más petróleo de lo que produce, a importar combustible a un precio mayor que al que tendrá que venderlo en Brasil. Es, en el fondo, una injerencia política en la gestión empresarial que no debe alegrar precisamente a los inversores.
La realidad manda y Petrobras no se recuperará si no retoma el control de los precios y recupera la gestión de la compañía. Algo de eso ocurrió a finales de 2013 y le dio un poco de oxígeno y, paralelamente, tenía previsto invertir unos 57.900 millones de euros en próximos 10 años para desarrollar el enorme campo petrolero conocido como Libra, una de las principales esperanzas para la producción de energía, para Petrobras y para Brasil.
Sobre estos dos puntos, la presidenta de Petrobras, Maria das Gracas Silva Foster (en la imagen), ha declarado en diversas entrevistas que la producción de la empresa está aumentando y que los ajustes de los precios del petróleo repercutirán en los beneficios.
Mariano Tomás
mariano@hispanidad.com