La tensión crece en el Ártico
El mundo se quedó helado cuando Putin colocó dos banderas en el fondo del Océano Ártico, en el punto geográfico del Polo Norte, un mar rodeado por Rusia, Canadá, Noruega, Estados Unidos (Alaska) y Dinamarca (Groenlandia). Era una sutil forma de reclamar el territorio y en especial el posible petróleo o gas del subsuelo marino.
Los expertos, además de quedarse estupefactos, se preguntan si puede haber petróleo a esa profundidad. En cualquier caso, los canadienses se lo han tomado muy a pecho. Quieren proteger su soberanía en el Ártico, y Stephen Harper, primer ministro canadiense, ha ordenado la construcción de ocho buques para vigilar el Polo Norte.
Más real, y quizás peligroso, es que Vladimir Putin, un ex de la KGB, rodeado por ex de la KGB, se empeñe en utilizar el gas soviético como una especie de arma que esgrimir contra la comunidad internacional. Para Putin sólo existe la razón de Estado y el concepto de eficiencia, como ha demostrado en su lucha contra el terrorismo chechenio.