Nació sin tobillos ni peronés. Pero gozó desde niño de un sexto sentido para el deporte: rugby, waterpolo, natación y atletismo. Voluntad de hierro, insaciable espíritu competitivo y dos prótesis con las que engañar a la naturaleza. Pisando sobre ellas, el sudafricano Oscar Pistorius alcanzó la cima de la velocidad en los Juegos Paralímpicos de Atenas, con un oro en los 200 metros y un bronce en la carrera de 100.
Desde entonces ha pulverizado los récords mundiales paralímpicos de 100, 200 y 400 metros y ha llamado a las puertas de la Federación Internacional de Atletismo con la intención de ser el primer atleta sin piernas en competir contra atletas de elite. Pistorius correrá los 400 metros en la Golden Gala de Roma y repetirá distancia en el Grand Prix de Sheffield, donde compartirá cartel con el campeón olímpico y mundial, Jeremy Wariner. La Federación mirará con lupa sus movimientos antes de decidir si le permite correr en competiciones oficiales.
En el colegio se mofaban de él. Los gamberros se cebaban en el lisiado y éste se zafaba como podía de sus burlas. Le salvó el deporte. El rugby le hizo popular en el instituto; el atletismo lo practica desde hace sólo cuatro años. "Yo no soy un inválido, simplemente no tengo piernas", afirma en las entrevistas. Le apodan el atleta biónico o blade-runner.
Pistorius no nació sin piernas. Se las amputaron cuando tenía 11 meses. El doctor que lo hizo, Gerry Versveld, estaba en el Olímpico de Atenas el día que ganó oro olímpico. "Gracias, nunca podré ver nada más sorprendente que esto", le dijo.
Su vida se llevará al cine. El actor Tom Hanks trabaja en un guión sobre su historia. La madre de Oscar no podrá disfrutar del éxito de su hijo. Murió inesperadamente hace cuatro años. Cuando él tenía apenas uno le escribió una carta para cuando fuera mayor. "Un perdedor no es quien llega el último, sino aquél que se sienta y mira y nunca ha intentado correr".
Clemente Ferrer Roselló
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