El Gobierno ha optado por la desfachatez de otorgarle a Polanco un canal de televisión en abierto. Al mismo tiempo, para disimular el privilegio, pretende otorgar un canal que partiría de cero, en lugar de, como le pide Vocento, ofrecer el segundo canal de Televisión Española. Y la desfachatez es también verbal: ¿Por qué no puede tener Polanco un canal en abierto?, afirma la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega. A lo mejor, porque ya tiene el monopolio de la televisión de pago y porque ha utilizado la alegalidad reinante para poner en marcha la mayor red de televisión local de España (Localia).
Ahora, los editores perjudicados caen en la cuenta de que Polanco, cuánta maldad, ejerce un monopolio y que, por ejemplo, dado que controla la retransmisión de partidos de fútbol, ha decidido cortarle las alas a los bares y cafeterías que viven de los muchos aficionados que van a ver los partidos al bar (en España, es normal que muchas cafeterías expongan en sus escaparates la cartelera de retransmisión futbolística): si quieren seguir con el fútbol, que paguen más. Cosas del monopolio.
Ahora, El Mundo, ABC y compañía se rasgan las vestiduras ante el abuso, pero miraron hacia otro lado cuando Polanco decidió cerrar Mediapark. Primero se hizo con el monopolio de la televisión de pago y luego rompió unilateralmente el contrato que la productora tenía con Vía Digital... porque le vino en gana. Mediapark pasó de ser una de las principales productoras españolas al desguace. La poderosa Iberdrola se inclinó ante Polanco, de la misma manera que la poderosa Telefónica se inclina en materia de contenidos ante don Jesús, a pesar de ser los primeros accionistas de Digital Plus. En definitiva, con Mediapark, o con la retransmisión futbolera, el progresismo de Jesús Polanco y Juan Luis Cebrián se ha comportado como lo que es: una mafia. Eso sí, una mafia muy legal. ¡Guay de crear monopolios!
Pero entre pillos anda el juego. Así que, lo que preocupa en Moncloa es que Pedro J. Ramírez utilice El Mundo para comenzar una nueva etapa de periodismo de investigación, esta vez no sobre el Felipismo sino sobre el Zapaterismo. O sea, puro pluralismo.
Pero lo cierto es que el pluralismo es pluralismo ideológico, nunca societario. Y la verdad es que hay pocas diferencias entre El Mundo y El País. La ideología de ambos es el relativismo ramplón del nada es verdad ni nada es mentira, ergo, nada es ni bueno ni malo, ergo, nada es ni bello ni feo. A El Mundo y a El País, y lo mismo puede decirse del resto de multimedias, lo único que les diferencia es que El País defiende al PSOE y El Mundo al Partido Popular. Progresismo de izquierdas o progresismo de derechas, progresismo socialdemócrata o progresismo liberal: progres ambos, mentirosos ambos.
Si el Gobierno quiere pluralismo sabe que ese segundo canal de televisión (de TVE, no uno en blanco, para empezar desde cero) debería concedérselo a un medio cristiano, que es la única alternativa que existe al actual pensamiento dominante, y único, vigente hoy en España. Lo otro no es pluralismo ideológico, sino mero pluralismo de intereses.
Eulogio López