Yo les comprendo, porque les está buscando la ruina y están acabando con su primacía oligopolística. Vean, por ejemplo, cómo lo cuenta el diario ABC.
El director del diario monárquico asegura que la prensa de Internet no tiene credibilidad, razón por la cual su grupo editorial, como todos sus pares, están empeñados en digitalizarse, lo que pasa es que no les salen las cuentas y la transición se presume inacabable.
Es más, la información nos cuenta que la principal conclusión del informe es que la prensa electrónica no tiene credibilidad pero la de papel sí. Entonces, ¿por qué la gente no compra el periódico y busca la información en la red?
El profesor Díaz Nosty viene a contarnos que Internet copia a los medios tradicionales, cuando lo que sucede es justamente lo contrario. Aquí opera el principio básico para obtener la libertad de prensa en un mundo marcado y enmarcado por Internet.
Verán, la libertad periodística -y la libertad de expresión en general- no estriba en la consecución de datos, sino en la interpretación de los mismos sin presiones y sin temor al castigo. Si libertad informativa consistiera en conseguir datos y no en extraer libremente su significado, entonces no estaríamos hablando de libertad de prensa sino de la libertad de la fuente que los posee, no de la libertad de los periodistas -meros intermediarios- ni aún menos del lector final, que no tiene acceso alguno a las fuentes.
Asegura el escrito que el 80% de la información de la red procede de los diarios. ¿Y qué? El 80% de la información de esos diarios procede de las agencias, y el 100 por 100 de la información de las agencias procede de las fuentes, siempre más próximas a sus intereses que a la ecuanimidad.
La guerra de la propiedad intelectual también obedece a estas pérdidas de privilegios de la prensa escrita. Los derechos de autor corresponden, no a los grandes editores, sino, en primer lugar, a la fuente, en segundo lugar, al periodista, independientemente de la dimensión de la empresa en que preste sus servicios.
Con Internet hemos conseguido un periodismo de muchos pequeños compitiendo contra el monopolio de los grandes multimedia. Eso es lo que les fastidia. Y no lo duden: la verdad circula por conductos pequeños y la pequeña empresa es hermosa, la grande, un nido de víboras.
Con Internet hemos conseguido que no haya secretos o que cada vez sea más difícil guardar un secreto (sí, también la privacidad personal, ¡ay dolor!). El trabajo del periodista en el siglo XXI no consiste en conseguir la noticia antes que nadie sino en explicar mejor que el de al lado el significado de la misma en un mundo informativamente saturado.
Lo cierto es que la prensa diaria es un producto del siglo XX y está muriendo en el XXI. Había creado un oligopolio de poder que se repartía un mercado cautivo. Internet es como un explosivo que ha provocado que el oligopolio estalle en 1.000 pedazos. Y en lugar de seis grandes grupos empresariales hoy contamos con miles de pequeñas publicaciones y millones de periódicos ciudadanos mucho más libres. A partir de ahí, los señores de la prensa han sustituido el concepto verdad por el término, mucho más engolado, de rigor. Y esto resulta peligroso, porque ya saben ustedes que el poder es eso que miente con mucho rigor.
¿Y saben lo mejor? La radio y la televisión soportan la arremetida de Internet por la sencilla razón de que estamos hablando de sectores concesionales. Es decir, que mantiene el oligopolio gracias al poder político, tan amante de los señores de la Prensa. Pero cuando se generalice la radio y la TV-IP -la temida televisión por la red-, le ocurrirá lo mismo que a la prensa vegetal, que tendrá que transformarse en digital.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com