El Popular, el banco presuntamente más obsoleto, ha vuelto a ser el más sólido y rentable de España en 2002. Veinte años lleva el yupismo financiero afirmando que un banco no puede crecer con el negocio doméstico, el del día a día, despreciando la banca de inversión y las grandes operaciones. Pero, por el momento, tan vanguardista crítica no ha hecho otra cosa que equivocarse. Mientras la media del sector bancario español presenta un coeficiente de eficiencia (es decir, el dinero que cuesta obtener un mismo beneficio recurrente. Por tanto, cuanto más bajo, mejor) del 50%, el vetusto Popular anda por el 35%.
Los créditos hipotecarios, el "leasing", el descuento comercial, en definitiva, la banca de hace medio siglo son los factores que han conseguido un crecimiento del crédito al sector privado por encima del 20% y un margen de intermediación que ha crecido un 13,5%, algo inalcanzable para cualquiera de sus competidores.
Y sin necesidad de anunciar grandes planes, el Popular ha realizado la revolución pendiente en el sector bancario, que no es otra que la generalización de la banca personal, hasta convertir a cada sucursal bancaria en un centro de asesoramiento financiero. Por de pronto, ha comenzado poniendo límites: tendrá derecho a esa banca personal todo cliente que disponga de una liquidez mantenida de 60.000 euros. Todavía es mucho: la banca personal debe llegar a clientes más modestos. Pero estamos en ello.