El libro iniciático del castellanismo que acaba de ver la luz se titula Cómo sobrevivir intelectualmenteq al siglo XXI y consiste en una selección de los artículos más importantes del egregio escribano, realizado por Juan Manuel de Prada, que, dicho sea de paso, se ha lucido, tanto como seleccionador como en calidad de introductor.
De Prada establece un parangón entre el jesuita argentino y el periodista británico Chesterton. Dado lo que castigo a los lectores de Hispanidad con GKC, no necesito explicarles que soy, como el chiste vasco, netamente partidario.
¿Por qué no se conoce a Castellani? Pues por lo mismo que no se conoce a Chesterton. Porque ambos genios se dedicaron, preferentemente, al artículo periodístico, es decir, al estilo literario por excelencia del mundo moderno, y eso se lo pone muy difícil a los historiadores. Se precisa gente con capacidad de síntesis, virtud intelectual extraña. Pues bien, De Prada posee esa virtud: su selección de textos hace más sabroso que nunca a Castellani.
Dice De Prada que Chesterton y Castellani sólo se diferencian en el carácter jovial del primero. Sí, es cierto, pero es que el laico Chesterton era sabio y santo, mientras Castellani, quizás por hispano, quizás por jesuita, bastante tenía con ser sabio y buena persona.
La diferencia no sólo es de jovialidad: es que yo todavía no he encontrado un autor como don Gilbert, capaz de meterse en todos los charcos de escribir un libro a la menor provocación, sin, no ya insultar, sino, ni tan siquiera adjetivar a las personas. Los adjetivos duros de Chesterton eran para los personajes, para lo prototipos, jamás para las personas. Por eso, todos los enemigos de Chesterton se rendían antes a su bonhomía que a sus argumentos (ante éstos salían escaldados, unos lo reconocían, otros le tildaban de dogmático). Castellani alaba a Chesterton pero, sobre todo, al otro miembro del 'Chesterbelloc', al amigo personal de GKC, el anglo-francés Hilaire Belloc, porque don Hilario era menos caritativo que su compañero de pelea.
Castellani no es un santo, pero es otro sabio, como Belloc: une erudición y deducción, análisis y síntesis, retórica y dialéctica, memoria y entendimiento, practicidad y brillantez. Pobre del que caiga en sus manos: no expresa opiniones, sino juicios sin posibilidad de apelación. La ironía puede resultar atroz y don Leonardo es sarcástico, inmisericorde con la necedad. Los gigantes se vuelven enanos porque don Leonardo no deja títeres con cabeza. Es el niño que grita que el emperador va desnudo, y no conforme con la evidencia, se empeña en demostrarlo, y demuestra la desnudez vergonzosa del archipámpano. Andre Gide, Anatole France, Renan, Nietzsche, Ortega y Gasset, HG Wells, Jean Paul Sartre, todos en 'porreta picada' ante el recto pensar, o quizás el pensamiento recto, de don Leonardo. Ojo, dándole a cada uno lo suyo, con el uso de la virtud más oculta del mundo moderno -la ecuanimidad- como bandera. ¡Sencillamente gozoso!
Castellani es uno de esos críticos con el que aprendes más, lees más y llegas más allá que con el original. El mal crítico tiene algo de parásito, el bueno, es la superación del autor.
Puestos a encontrarle algún fallo a la espléndida selección realizada por Juan Manuel de Prada sólo echo de menos una mayor presencia de la obra cumbre de Castellani: su trilogía sobre el Apocalipsis, sin duda lo mejor que se ha escrito desde San Juan de Patmos. Ahí el genio porteño demuestra que si estúpido resulta el iluminismo sobre el fin del mundo, no menos estúpido es el desprecio sobre la cuestión por un cristiano. Es decir, que Castellani se sitúa en el otro extremo del péndulo que ocupa el arquetipo más necio que ha diseñado la civilización actual: el brujo materialista. Pero comprendo que la trilogía sobre el Apocalipsis es simplemente imposible de introducir en un resumen salvo que el editor, Alex Rosal, pretendiera un libro de 1.000 páginas, en lugar de uno de 300.
Pero créanme: Castellani es un mundo nuevo y, encima, esta vez contamos con un guía de primera, porque la tarea de De Prada, al menos yo sería incapaz de coronarla. Allá ustedes si no visitan el nuevo mundo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com